La contrarrevolución de Victoriano Huerta de 1913

Victoriano Huerta es uno de los personajes más despreciados en la historia de México. Su respaldo a la dictadura porfirista, su represión a los indígenas mexicanos y su conspiración para matar a Madero le aseguraron la ignominia histórica. Ilustración: Barriozona Magazine © 2016
Victoriano Huerta es uno de los personajes más despreciados en la historia de México. Su respaldo a la dictadura porfirista, su represión a los indígenas mexicanos y su conspiración para matar a Madero le aseguraron la ignominia histórica. Ilustración: Barriozona Magazine © 2016

Continúa de la primera parte

Victoriano Huerta refuerza al ejército

Huerta reorganizó el ejército federal creando diez divisiones por separado dirigidas cada una por un general de división, a fin de enfrentar las amenazas planteadas por los constitucionalistas. Añadió varias divisiones nuevas específicamente para el norte de México. Una de estas unidades fue la División Yaqui de Torín, Sonora, comandada por el General José María Mier.

La Revolución provocó una espiral descendente de colapso económico porque el costo de alimentar y suministrar a las tropas creció mientras que los ingresos de la industria, las exportaciones de petróleo, la minería, la agricultura y la producción ganadera disminuyeron. La lucha armada en el país destruyó la infraestructura, convirtió a los trabajadores en soldados, y donde la producción continuó los bienes no podían llegar a los mercados. Estados Unidos culpó a Huerta por la fallida economía, evidenciando que este era incapaz de llevar a México al progreso y la modernización.

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Tras la renuncia de Porfirio Díaz, el presidente interino Francisco León de la Barra había utilizado todo lo que quedaba en las arcas de la nación para hacer que México volviera a una situación normal, mientras que el ex presidente Madero nunca llegó a implementar políticas para aumentar los ingresos del gobierno. Por tanto, cuando Huerta entró en funciones, las arcas estaban vacías.

Huerta había buscado revivir y expandir la infraestructura mexicana, pero estos proyectos tuvieron que aplazarse ya que el dinero se utilizó para reconstruir los ferrocarriles, necesarios para transportar a las tropas a los frentes de batalla.

Cuando las existencias de minería y petróleo, de las que dependía la economía del país, se desplomaron, los banqueros mexicanos entraron en una situación de pánico. Tomaron medidas drásticas que limitaron los préstamos, y elevaron las tasas de interés para evitar la quiebra. Asimismo, dejaron de pagar intereses sobre los depósitos y de cambiar los billetes del banco por dinero en efectivo. Huerta imprimió más dinero y el precio de las necesidades básicas se disparó. En respuesta, los rebeldes lanzaron su propio papel moneda, pero a principios de 1914, los más de 25 tipos de billetes que estaban en circulación fueron inútiles para reavivar la averiada economía.

En mayo de 1913, Huerta negoció préstamos con Francia e Inglaterra. El dictador necesitaba de dinero inmediatamente porque quería pagar el préstamo de 41 millones hecho por el presidente Madero a la empresa Speyer & Company de Nueva York el 10 de junio. El 8 de junio, diplomáticos franceses e ingleses acordaron prestar a Huerta 20 millones de libras esterlinas, casi 60 millones de pesos. Huerta pudo pagar la deuda de México a Estados Unidos y reforzar la economía nacional, pero la guerra civil continuó perjudicando la producción económica mexicana.

Francia e Inglaterra dejaron de prestar dinero a México, y en enero de 1914 Huerta incumplió sus pagos de intereses internacionales y perdió el apoyo de los gobiernos que habían simpatizado con su régimen. El presidente estadounidense Woodrow Wilson usó el incumplimiento para desacreditar al gobierno de Huerta y aislarlo de los partidarios internacionales, a quienes convenció de salir de México. Los fabricantes de armas ahora exigían dinero en efectivo antes de enviar municiones a México cuando el peso cayó a un tipo de cambio de 20 centavos por dólar en marzo de 1914.

Huerta trató de revivir la dictadura porfirista, primero mediante un golpe de Estado que culminó con la muerte de Madero y Pino Suárez., y segundo, fortaleciendo al ejército. Ilustración: Barriozona Magazine
Huerta trató de revivir la dictadura porfirista, primero mediante un golpe de Estado que culminó con la muerte de Madero y Pino Suárez., y segundo, fortaleciendo al ejército. Ilustración: Barriozona Magazine

La última esperanza de Huerta para su presidencia murió con la victoria de Villa en la batalla de Torreón. Cuando los constitucionalistas marcharon desde el norte y hacia el interior desde el este, Zapata empujó hacia el norte desde Morelos, rodeando a Huerta en la ciudad de México. Huerta había hecho un trato con Estados Unidos en las Cataratas del Niágara para sacar a los soldados estadounidenses de Veracruz, con la condición de que él tenía que renunciar.

Así, el 8 de julio de 1914, el presidente decidió dejar el cargo, nombrando al Secretario de Relaciones Exteriores, Francisco S. Carvajal, como presidente interino de México, y se preparó para llevar a su familia a España.

El dictador comienza su descenso

El 15 de julio Huerta presentó su carta de renuncia al Congreso con un discurso idealista, pero amargo. Había prometido la paz de México a cualquier costo, dijo, incluso si ese costo era su propia renuncia. Proporcionó una transición pacífica de poder a Carbajal, y para entonces había creado el ejército más fuerte de la nación para que el Congreso pudiera seguir el camino hacia la paz. Huerta y su familia abandonaron silenciosamente el país y los constitucionalistas marcharon victoriosamente hacia la capital.

Poco después de la partida de Huerta, Francisco Cárdenas y Pascual Orozco se rebelaron contra el presidente interino Francisco S. Carvajal. Los constitucionalistas sofocaron la revuelta, pero Cárdenas y Orozco lograron escapar. Orozco huyó a San Antonio, Texas y se puso en contacto con Huerta, quien se encontraba en España. Orozco informó al ex dictador que un grupo de expatriados mexicanos en Texas —incluyendo a Enrique Creel, Félix Díaz, Francisco S. Carvajal, Jesús Flores Magón, José Refugio Velasco y Joaquín y Gustavo Maas— querían derrocar a los constitucionalistas en la Ciudad de México.

El plan era que Orozco lideraría la contrarrevolución, pero Huerta sería su cabeza política. Orozco también podía contar con el apoyo de un número sustancial de tejanos mexicano-americanos que escribieron su propio manifiesto apoyando a Huerta. Los miembros de esta conspiración pidieron a Huerta que retomara México, y que incluso buscara la restauración de tierras anexadas por Estados Unidos durante la Guerra Mexicano-Americana.

Huerta aceptó la propuesta, enviando a Enrique Creel a Alemania en busca de ayuda financiera. Alemania aceptó de inmediato, esperando que el movimiento de Huerta mantuviera a Estados Unidos fuera de la Primera Guerra Mundial.

El 12 de abril de 1915, Huerta, patrocinado por la embajada alemana, se unió a Orozco y a sus partidarios en Texas. Alemania dio a Huerta y al movimiento de Orozco 895 mil dólares, 11 millones de municiones y diez mil rifles, lo cual sería entregado mediante submarinos tan pronto como Huerta estuviera listo.

Para entonces, Orozco ya tenía gente causando disturbios en Chihuahua. Huerta programó la invasión para el 28 de junio de 1915, pero decidió reunirse con Orozco en Newman, Nuevo México, el día anterior para cruzar la frontera juntos en Bosque Bonito. Sin embargo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos se enteró de los planes de Huerta y lo arrestó a él y Orozco en la estación de ferrocarril de Newman, y luego los encarceló en la base militar de Fort Bliss, a las afueras de El Paso.

Huerta y Orozco fueron posteriormente liberados bajo una fianza de $15,000 y $7,500 dólares respectivamente, pero fueron ordenados a permanecer bajo arresto domiciliario en El Paso, debido a la proximidad de la frontera mexicana.

El 3 de julio, Orozco escapó y regresó a México con un grupo de partidarios. El 30 de agosto, el revolucionario regresó a Big Bend, Texas para recoger suministros para su movimiento, pero se encontró con la décimo tercera unidad de caballería estadounidense, quien le dio muerte junto con todos sus seguidores.

Como resultado de la fuga de Orozco el 3 de julio, las autoridades cancelaron la fianza de Huerta y lo arrestaron nuevamente. Después de seis días en la cárcel de El Paso, su fianza se volvió a fijarse en $15,000 dólares, pero se negó a cumplirla y aceptó permanecer prisionero si era trasladado de vuelta a Fort Bliss. Su juicio se fijó para enero de 1916 en la corte federal del distrito en San Antonio.

Se dice que la noticia de la muerte de Orozco decepcionó moralmente a Huerta. Su conocido problema de consumo de alcohol aumentó, y su salud se deterioró. Se le permitió volver a su casa en El Paso el 5 de noviembre, en donde permaneció con su familia durante un mes. Sin embargo, los rumores de la inminente revuelta volvieron, y el mariscal federal decidió trasladarlo de vuelta a Fort Bliss.

La solicitud de Huerta para que se le permitiera morir en casa se concedió un par de semanas más tarde. A finales de diciembre, el viejo militar desarrolló ictericia (coloración amarillenta de la piel y mucosas), y una operación para extirpar los cálculos biliares el 1 de enero reveló que padecía cirrosis del hígado. Fue sometido a una segunda operación el 3 de enero, pero no se hizo nada para atender la cirrosis.

Huerta murió el 13 de enero de 1916 a los 66 años de edad, y la versión de que su deceso fue por envenenamiento por parte del gobierno de Estados Unidos se sospechó ampliamente. Fue enterrado primeramente en el Cementerio Concordia y posteriormente reenterrado en el Cementerio Evergreen Alameda, en El Paso. Con su muerte, las esperanzas de los exiliados mexicanos de revelarse contra los constitucionalistas terminaron.

La tumba de Victoriano Huerta en un cementerio de la ciudad de El Paso, Texas. Foto: Especial
La tumba de Victoriano Huerta en un cementerio de la ciudad de El Paso, Texas. Foto: Especial

Huerta a la distancia

Aunque Victoriano Huerta fue un militar capaz, era ampliamente despreciado, incluso antes de la Revolución, por su inclemente represión contra la población indígena de todo México. Siempre estuvo del lado equivocado de la historia al mostrar su lealtad a la dictadura de Porfirio Díaz y al conspirar para asesinar a Madero.

A través de la historia y en la actualidad, los mexicanos expresan su odio contra Huerta. Mientras que Zapata, Villa, Carranza adquirieron estatus de héroes de la Revolución, Huerta se considera un sociópata violento y adicto al alcohol. Su propia ambición desmedida de poder prolongó de manera trágica la Revolución, y se le acusa de ser el responsable de la muerte de miles de mexicanos durante esa etapa sangrienta de la historia de México.

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