El experimentado periodista mexicano César Ibarra en entrevista exclusiva para los lectores de Barriozona Magazine, habla sobre la radio en Estados Unidos y define la línea que divide el compromiso con la comunidad, de la objetividad y la ética profesional.
¿Por qué la radio ha comenzado a tomar de nuevo un papel preponderante en la vida social?
Antes de considerar el “por qué”, es necesario echar un vistazo a la historia de la radio y de las minorías en los Estados Unidos. Así como en este país la “era dorada” de la radiodifusión fue en la época de la Segunda Guerra Mundial, el mismo medio de comunicación fue testigo –con la prensa escrita– del inicio del activismo de grupos minoritarios inmigrantes. Fueron italianos, checoslovacos israelitas y otros, quienes en el Este del país, a través precisamente del uso de la radio y en su propio idioma, y con horarios comprados a deshoras, lograban su propósito, incluyendo los avisos de las reuniones de sus grupos buscando sindicalizarse. Fue en ese tiempo, con la llegada necesaria del esclavismo mexicano a través de los braceros necesitados para llenar la ausencia de los hombres guerreros de verde, que hubo quienes se hacían llegar grabaciones en cintas viejas de rollo, con programas de la XEW, para escuchar a los primeros grandes de la música mexicana como Agustín Lara, Pedro Vargas, Daniel Santos, Fernando Fernández y otros. En sus tertulias de los fines de semana, en las viviendas de concentración en los campos de cultivo, los braceros acudían a la estancia de quien era el bracero “más educado” y con mejores conexiones que recibía desde México, los envíos de la radiodifusión grabada. Este individuo llegaba a cobrar por canciones y dedicaciones cuando se atrevió a conectar al viejo Radson o RCA, a un micrófono que enviaba sus arengas y mensajes a metros a la redonda, mediante bocinas gigantes.
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Este “bracero educado” un día compró una hora, y luego dos en la estación del gringo viejo del pueblo, quien le vendía las horas. Así se inició la radio “en serio” en español en los Estados Unidos. Nos llevaría páginas y páginas –dignas de un libro de algún avezado investigador– para relacionar la historia con el presente. Y aquí es cuando nos brincamos cincuenta años y despertamos en el año 2006, para darnos cuenta que los activistas están medio siglo atrasados en cuanto a darse cuenta del “papel preponderante de la radio en la vida social”. Y es que aquellos que buscaban la música, descubrieron que el medio en su propio idioma servía no sólo para idiotizar conciencias con canciones de apología al narcotráfico, violencia doméstica y balazos, sino para abrir los ojos y descubrir, y que la radio bien definida lograba agilizar la conciencia del mediatizado por los narcocorridos.
Poco antes del fin de la mitad del siglo pasado, locutores de la Ciudad de México se dieron cuenta de “la fiebre del radio en español”, y emigraron, unos a San Antonio, como el compositor y locutor Teddy Fragoso; otros como el tucsonense Lalo Guerrero, que se había ido a México a promover sus composiciones, y que regresó también a comprar horas. Luego Teddy se mudaría por algún tiempo a Phoenix, comprando su tiempo en KOY y después en KIFN. Ésta última se convertiría de tiempo completo al castellano, recibiendo ahí a figuras como Jaime Jarrín, Fregoso, Oscar Ibarra y otros.
Entonces, la respuesta es que se han dado cuenta que el medio puede servir para sus propósitos políticos y sociales, y ahora aceptan lo que antes ellos mismos rechazaban. Así se dio el fenómeno de Elías Bermúdez, Magdalena Schwartz y Alfredo Gutiérrez entre otros. Ellos son individuos innegablemente inteligentes, que han sabido utilizar un medio de comunicación, y que saben que la mediatización llega más fácil por los oídos que por la vista, aunque también los grupos ahora abrazan con entusiasmo la prensa escrita en español.
Claro, es difícil que aún con la radiodifusión en sus manos, de su lado, y empujando sus agendas, no han podido –ni podrán ubicarse– en un liderazgo como el de un Rodolfo “Corky” González en Colorado, un Reies López Tijerina (amigo personal) en Nuevo México, o un César Chávez en Arizona. De este último, su esencia de movilización social se ha convertido en propósitos meramente comerciales y de promoción -otra vez- del narcotráfico, la violencia doméstica, balaceras y borracheras multitudinarias en celebraciones “patrias”. En este escenario, estoy seguramente orgulloso de que KNUV La Buena Onda, es una opción distinta y de penetración social sin igual en la historia de la comunicación de conciencia y de promoción social.
¿Por qué la comunidad ha comenzado a tener una creciente inclinación para escuchar y participar en programas de radio?
¡Exacto!, “ha comenzado”. Y eso subraya lo que menciono en la respuesta anterior: los “líderes” descubrieron, cincuenta años después, a la radio como medio de comunicación social y de conciencia.
¿Cómo piensas que la radio ha contribuido a la formación o al impulso del movimiento social de los inmigrantes en Estados Unidos?
Tengo que decir que primero, la radio “deformó” y puso en “retroceso” a los movimientos sociales. Sencillamente, porque así como llegó la “payola” para promover tal o cual canción, o tal o cual artista, también se vendió para promover tal o cual movimiento social. Ahora hemos visto que la radio ciertamente ha contribuido a “formarse y transformarse” al movimiento social, porque la dignidad de quienes tienen a la radio en sus manos tiene mucho que ver. En este contexto, creo ciertamente que la dirección de La Buena Onda tiene su propio escenario de entregarse a la sociedad, tal como lo escuchamos todos los días en el 1190 AM.
¿Hasta qué límite se puede llegar como locutor, periodista o productor de la radio para apoyar una causa comunitaria?
Uno tiene la obligación de no tener partido, ni tener religión. O si se tiene, de no difundirla, porque en ese momento se trastoca el pensamiento, y choca con quien le escucha y pertenece a algún partido o religión. El límite es la conciencia, la dignidad, y la moral personal. A veces choca con los propios compañeros, pues sucede que algunos de los mismos demuestran con sus palabras y sus acciones que tienen su propia agenda, aceptación. Las más de las veces, su desorientación se amplifica cuando son novatos de esta pasión. Engañados consigo mismos, creen tener la razón. La razón en la radio, es la concentración del pensamiento frente al micrófono, y dejar que sea el público el que quiera convencer y enseñar. No uno, quien es el que aprende o debe de aprender, día tras día, a través del contacto con el radioescucha.
¿Puede la radio unirse a una causa social, sin comprometer la objetividad y la ética profesional?
Creo que uno, como persona de radio, debe saber identificar las agendas personales de cada quien que llegue buscando “aire”. Las causas sociales, en el presente, no están definidas. Por eso mismo al ver las distinciones de los actores, la radio tiene que mantener su acercamiento con el público, y no con quienes quieren convencer. Seguramente, uno puede unirse a una causa social sin comprometer su objetividad. Pero también tenemos la responsabilidad suprema de ser testigos de que aquella causa siga el rumbo definido. Podemos promover, por ejemplo, a United Way, pero eso no obsta para decir al aire cuántos cientos de miles de dólares gana el director de esa organización. O cuestionar por qué vuela en un Learjet particular, a costo de lo que se reúne con la promoción social. Y así con los directores en todos los niveles. Más que el productor o locutor, la conciencia de periodista, tiene que ser aplicada, y demostrar que uno no está zurcido de compromisos, ni de agendas, ni buscando la invitación a la cena o al baile anual, etcétera. Tener la conciencia de ir a esa cena de lujo, después de haber cenado frugalmente en casa, o ir a ese baile del despilfarro del “activista” vestido con traje rentado, como periodista, y narrar lo que ve y cómo lo ve. Debemos ser los ojos, los oídos y la conciencia del obrero, del lavaplatos, del que se jode en los jardines y techos soñando con mandar algún día a sus hijos a la universidad. A ellos nos debemos. Con ellos es nuestro compromiso. Y lo digo sin ambages: ese es mi único compromiso.
César Ibarra es un periodista mexicano con larga trayectoria en la prensa escrita, radial y televisiva. Los más de cuarenta años de experiencia lo hacen un comunicador certero, crítico autorizado, y un sagaz analista social. Ha sido productor y editor de noticiarios en estaciones como KNUV 1190 AM La Buena Onda, y corresponsal en Arizona para la cadena internacional CNN Radio en Español.
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