Saúl Holguín Cuevas, ecos del rancho, voces de la ciudad – Escritor mexicano

Saúl Holguín Cuevas. escritor mexicano autor de la novela Barrioztlan. Foto: Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2010
Saúl Holguín Cuevas, escritor mexicano autor de la novela Barrioztlan. Foto: Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2010
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Saúl Holguín Cuevas (1952, Durango, México). Durante su niñez vivió en los estados de Durango, Coahuila y Zacatecas, México. Emigra a California, Estados Unidos en su adolescencia. Sus estudios incluyen una Licenciatura en Estudios Chicanos y una Maestría en Pedagogía (ambos obtenidos en la Universidad de California-Northridge) y un Doctorado en Literatura Latinoamericana de la Universidad Estatal de Arizona. Actualmente radica en Phoenix, Arizona. Es autor entre otros libros de la novela Barrioztlan.

¿Cómo germina la semilla de la literatura en Saúl  Holguín Cuevas?

Con extrema lentitud. Dieciocho años tardé en escribir y publicar Barrioztlán; el cuento, El tren lo escribí en 1975, lo trabajé más de 20 veces hasta publicarlo, treinta años después.


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¿Cómo influyen los cambios geográficos y culturales en la niñez y adolescencia en tus temas y estilo literario?

Mi escritura se nutre de lo vivido. Salgo del rancho, me refugio en la ciudad, voy a la metrópolis; salto de las sombras a la media luz, de ahí a la ausencia de noche; mi medio de transporte cambia, de un platero (asno) y un caballo al autobús, después al auto y el aeroplano; las mismas fuentes de educación mudan: en el rancho me guió la colorida plática de mis mayores; en Torreón fue El Siglo [diario], los altoparlantes y el Cine Martínez; ya en la metro, la biblioteca, de la cual no he podido escapar del todo, inicié con Hemingway.

El lenguaje que empleas en tus escritos revela una tendencia insumisa a la formalidad de las reglas de ortografía y gramática. ¿Por qué este manejo del lenguaje?

En mi niñez, la cual ahora se manifiesta como sueño o película, me impresionaron el merolico que vendía un jarabe que todo lo cura (especie de Noni o agua de Querétaro); así como el cirquero que anunciaba actos mágicos. (El circo de carpa es un lugar mágico, el estadio es un lugar de destreza pero no de magia.) Mis escritos registran lenguas
aceitadas (expresiones barrocas) dirigidas a adormecer, frases altisonantes de los pericos [políticos], voces llanas del pueblo, cultismos de los libros de texto gratuito y, las palabras encantadas de los grandes autores. Después el diccionario me ilustró que berijón, haragán, holgazán, flojo, güevón, perezoso, son sinónimos. Para sacar tarjeta de
presentación bien pudiese usar con exclusividad “haragán”, pero las otras tienen cierto colorido. Mis tíos Andrés, Luis y Efraín decían “pelao berijón”, sería un pecado dejar sus voces fuera de mis libros. Además “pelao haragán” pues, no va.

Cuando novato traté de escribir como mis autores favoritos, Rulfo, después Borges. Un día intenté lo imposible, capturar todas las voces de mi barrio Van Nuys. Resultó un algo con tintes pachucos, entre culta y ranchera, con adornos en inglés y guaraní, me gustó la expresión barroca, le seguí, me dije: mi vino será amargo pero es mi vino. Desde entonces he tratado de expandir mis herramientas: lo que escucho tanto en la media [medios de comunicación] como de la gente, además de lo impreso, diccionarios etimológicos y obras de grandes escritores, la historia, la culinaria, los viajes; sin olvidar la música, capaz de demoledora totalidad: “Tu amor es un periódico de ayer”; “Marineros somos y en la mar andamos”; “Los caminos de la vida no son lo que yo pensaba”; “En un barrio de Asunción, gente viene y gente va, está llamando el tambor, la galopa va a empezar”.

Quizá mi voz escrita no concuerde con los parámetros establecidos por la Real Academia, pero si consideramos que los españoles apenas representan un seis por ciento de los que parlamos esta revoltura llamada español, nadie me tildará de rebelde por no someterse a la tiranía de la minoría. Conste, no soy anti-gachupín, me enorgullece tan colorida cultura que nos trajeron los barbones en 1492. Esa revoltura afro, euro, indo, árabe, se mezcla a mi pasado indígena de chocolate, metate y molcajete, a mis 40 años en tierra gringa de excelsas bibliotecas: eso soy yo, esa mi voz; la he cultivado con ahínco y pasión por 31 años.

Los trabajos literarios de Saúl Holguín Cuevas fusionan su experiencia bicultural y binacional, así como un uso ingenioso del español y el efecto de su choque con el inglés, en un marco que amalgama el habla popular con su extenso conocimiento de la literatura universal. Foto: Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2010
Los trabajos literarios de Saúl Holguín Cuevas fusionan su experiencia bicultural y binacional, así como un uso ingenioso del español y el efecto de su choque con el inglés, en un marco que amalgama el habla popular con su extenso conocimiento de la literatura universal. Foto: Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2010

¿Qué aspiraciones y metas tiene Saúl Cuevas como escritor mexicano publicando en Estados Unidos?

Espero se me recuerde como a Jorge Ulica y otros escritores chicanos de finales de 1800 principios de 1900. Sus plumas defendieron a los paisanos, en modestas notas en pequeños diarios comunitarios. Si alcanzo fama en México, Madrid o BB/AA, sea bienvenida, pero la misma satisfacción sentiré cuando un homeboy [amigo del mismo barrio] del BVN#13 [Barrio Van Nuys, suburbio de Los Ángeles] me lea y se vea reflejado. Después de todo no dejo de ser un bato del barrio.

¿Qué obstáculos debe de vencer un escritor que escribe libros en español en Estados Unidos?

La indiferencia. Muchos me ven como casi ignorante porque escribo en español; piensan que lo hago por no poder hacerlo en inglés y; de soñador por mis bolsillos rotos y por invertir tantas horas en mis lecturas y escritos. Quizá si me despezuñara lucrando o ultimara semejantes de otras banderas hasta se me admiraba.

¿A cuáles escritores admira y lee Saúl Saúl Holguín Cuevas?

Definitivo, los libros son mi gran pasión, los he leído por docenas. Dichosos días cuando recibía y despedía al sol con un libro en la mano. Hoy acompañan mis raros ocios: El Quijote, La Celestina, El libro de Buen Amor, Lazarillo, Borges, Berceo, Dostoevsky, Miguel Hernández, Lorca, Machado, Martín Fierro, Rulfo… Aunque mi lista de los escritores
que admiro es larga, aquí doy a los indispensables.

¿Cuáles son los planes literarios de Saúl Holguín Cuevas?

Los de siempre: escribir. Además de concluir y publicar dos libros que casi están terminados, uno de ellos lo publicaré en la telaraña [internet]. Se vale soñar.

Tus escritos se nutren de tus recorridos y experiencias personales. ¿Qué te lleva a escribir de vivencias que a simple vista parecieran triviales, pero cuya versión literaria las vuelve relevantes?

En mi vida no he sido amante de hechiceras, ni conozco la guerra ni las aventuras peligrosas. Por eso me limito a capturar esos elusivos momentos cuando se antoja detener el tiempo, aunque sea un instante: un paisaje, una florecilla, un beso, un sorbo disfrutando el atardecer, la lectura, un platillo preparado por manos brujas. Con los años he llegado a valorar esos momentos. Claro, me encantaría viajar a Shangai o Mumbai, comer en El Bulli, considerado el mejor comedor del mundo. Para mi buena fortuna a menudo viajo a Los Ángeles, excepcional metrópolis de hoy. Conste, ni El Bulli se avienta unos nopalitos con chile colorado como a menudo se sirven en casa de mi jefita,
larga vida para ella. Sin duda me favoreces al llamar a mis florecillas [escritos] relevantes.

BZ: En tu correspondencia informal sueles firmar como “Saúl, hijo de Angelita”. ¿Cuál es el mensaje o simbolismo implícito de esta rúbrica?

Espero, con este insignificante homenaje, agradecer a quien todo me ha dado, yo le remuneré con muchas penas y algunas alegrías, así somos los hijos, ingratos, Por fortuna Angelita aún vive, cada vez que el azar me lo permite, con gusto la llevo al mercado Vallarta.

Portada de la novela Barrioztlan
Portada de la novela Barrioztlan

¿Existe algún material histórico que nutre la narrativa y cuentística de Saúl Holguín Cuevas; esto es, cómo influyen las vivencias reales del autor para producir su literatura?

La vida influye en gran parte mi pluma. Destaco algunas:

Uno. Mi experiencia de emigrante y la discriminación, explotación y degradación del trabajador mexicano. Así mismo mi vida de húngaro (gitano) pues he vivido por alguna treintena de casas, hogares y departamentos: “Nos acercamos… los trabajadores andaban en chinga, parecían unos, cómo les podré decir?, unos torturados. I cómo no, si las plantas son enanas… se requieren manos hábiles pa pizcarlas. También se necesita una condición física de ciclista del tour. Imagínense doblar la espalda durante todo el pinche día. Todos en absoluto son Raza, ni un negro, ni un wasichu. Sentí una enorme tristeza al ver a mis paisas en tal desgracia, todo por hambruna… Pobres paisas, con sus espaldas jorobadas, sus pulmones envenenados con insecticidas.” (Barrioztlán, 42; notar que a semejanza del inglés no se abre el signo de interrogación).

Dos. La charla, la comida tradicional preparada en el hogar, ensalzada con chile picoso y tortillas tostadas en el comal, el cinema, la música (la escucho todo el día), viajes (aunque ya no tengo el hambre de viajar que antes me consumía) y; lecturas (en un tiempo fui un lector empedernido, hoy me queda tiempo para releer mis favoritos: Borges, El Arcipreste, La Celestina, Sancho, Platero, el Gaucho, Lorca, Machado, el diario; cartas no, hace siglos que no recibo ni escribo una).

Tres. Desde luego, el amor, el desamor con boleros (tríos) y tangos (Un solo minuto de amor), la mujer y los hijos.

Cuatro. Mi experiencia de alumno, maestro y profesor y los sacrificios para seguir escribiendo en español en EE.UU., a pesar de no haber ganado un quinto, y poco reconocimiento en 28 años de labor.

Cinco. Haber vivido parte de mi vida en un ambiente rural, sin luz eléctrica, pero con agua del manantial; ahí trabajábamos nuestra tierra y de ella nos alimentaba su miel, tortillas y gallinas. En el rancho, la luna, las estrellas y las sombras son poderosas, en la metrópolis se apagan. Punzante la sequía de 1957 cuando perdimos todo el edén infantil y tuvimos que refugiarnos en la ciudad averno, en un miserable cuartucho de vecindad: “Nací, como todos ya saben, en San Juan del Terrero, dudo que lo conozcan, nadie lo conoce, parece estar entre Comala i Macondo el chico (sin alburear). Me parece que por un buen tiempo todo lo tenía en abundancia. Crecí entre vacas lecheras i borregas, perros i caballos. Todo se acabó un maldía de tormenta. Mi papá llegó a caballo, sin bajarse me dijo que La Mariposa, mi vaca favorita se había desbarrancado i quél mesmo la tuvo que acabar a balazos paqué no siguiera sufriendo. Pronto también cayó Chato i Cuete, mis (fieles) perros, con Pajarito, el caballo; no recuerdo qué pasó. Ahora, viendo las cosas desde la tribuna de los años, creo que entonces fue cuando perdí la inocencia al enfrentarme con la muerte: las cosas se acaban, los amados nos abandonan i poco a poco nos vamos quedando solos, muy solos, desolados i tristes. Despuéseme vinieron encima los abriles i con ellos una paupérrima pobreza, deste tiempo sí me acuerdo i seguido lo vuelvo a revivir en pesadillas: en vez de cabalgar por infinitas campiñas ando por calles angostas i repletas de menesterosos; en vez de comer, ayuno; en vez de dar, mendigo; i en vez de vivir, me arrastro…” (Barrioztlán, 80)

¿Cuál es la temática central de la literatura de Saúl Holguín Cuevas?

Uno. El desarraigo. Ese sentido de siempre andar tras algo: la niñez ida, los seres queridos adelantados, el primer amor, el México que dejé atrás cuando emigré a EE.UU. No tanto ansia nostálgica, más bien una pregunta sin respuesta: ¿Qué sería de mí sí me hubiese quedado en México?

Dos. La cultura y la tradición. Defender la cultura es algo natural en EE.UU. pues siempre se ataca, se prohíbe, ante esta situación nada más crucial para el escritor que defenderla. En particular la racista proscripción de prohibir el uso del español en las escuelas públicas. Defiendo la tradición pero no es mi intención dar la imagen que soy un anticuado, algunas expresiones contemporáneas me atraen. Estas vacaciones leí cuatro libros: The Scarlet Letter (1850); On the Road (1952); Diablo guardián (2003) y; las memorias del Gabo (2003); como ven, unos nuevos, otros no tanto.

Tres. El futuro, por lo general de pesadilla, apocalíptico como el de 1984 de Orwell, contrario al utópico de Un mundo feliz de Huxley.

Cuatro. La opresión. Por alguna extraña razón me tocó vivir en el México priista, el EE.UU. de Nixon, Reagan y los Busheros, la España de Franco, el Paraguay de Stroessner justo cuando ejecutaron al asesino Somoza. En EE.UU. la opresión es sutil pero igual de represiva: contra chinos y japoneses en el siglo XIX; un millón de mexicanos deportados después de la crisis económica de 1929; contra la izquierda durante el reinado del Senador McCarthy; hoy contra los árabes y los trabajadores indocumentados; desde luego que en las barriadas marginadas se viven en casi estado de sitio. Todos temas fascinantes para el escritor que tiene que distinguir las voces dentro de la cacofonía del coro de grillos y defender a pluma y papel la palabra.

Cinco. El amor y la mujer. Me ha tocado la fortuna de compartir trozos de mi vida con la Coatlicue en sus varias manifestaciones: madre, abuela, amante, cónyuge, compañera, colega, estudiante (colegiala y universitaria).

Seis. La literatura, el cinema, la música y las flores. Quizá a mi madre adeudo mis pasiones. Ella me enseñó a leer y a cantar; antes se la pasaba cantando mientras laboraba en el hogar y le encanta cultivar flores. Días atrás pasé tiempo en su jardín y pequeño huerto; el reuma limita mucho su movimiento, pero no se raja. El cinema es un gusto adquirido con los años.

Siete. Al barrio de mis mocedades lo aprecio tanto como al rancho de mi idílica niñez.

Ocho. La comida tradicional. El arte de comprar ingredientes, macerar y cocer, de preferencia sobre el carbón de mezquite, en días actuales tan correteado. Favor de no confundir bueno con caro; hablo de gorditas con nopalitos, verdolagas con costillitas de puerco en salsa verde, etc.

Nueve. La pedagogía. El arte de comunicar al discípulo el encanto de la palabra (libros, literatura), imagen (cinema) y sonidos (música), todo a través de la charla, lejos del sermón.

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