Francisco I. Madero nació el 30 de octubre de 1873 en la Hacienda de El Rosario, en Parras de la Fuente en el estado de Coahuila, México. Su abuelo Evaristo Madero y su padre Francisco Madero Hernández habían amasado una gran fortuna familiar que prácticamente no tenía paralelo en México mediante sus sagaces inversiones en el algodón, la ganadería y la producción industrial.
La familia de Madero esperaba que él continuara con esa tradición, para lo cual tomó cursos de negocios en la Universidad de Mount St. Mary cerca de Baltimore, Maryland, en la Escuela Superior de Negocios en París (1887-1892), y también estudió agricultura en la Universidad de California, Berkeley.
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Cuando Madero regresó a México fundó una escuela comercial, administró uno de los negocios de su familia y se entregó a su propio estilo de vida personal: la medicina homeopática, el espiritismo y el vegetarianismo.
En cuanto a la situación en el México de su era, Madero estaba convencido de que los problemas del campesinado mexicano provenían de la falta de democracia en su país.
Francisco I. Madero y la La sucesión presidencial en 1910
Cuando en 1908 el presidente Porfirio Díaz indicó que estaría dispuesto a celebrar una elección presidencial libre y justa en 1910, Francisco I. Madero publicó ese mismo año su libro titulado La sucesión presidencial en 1910, y más tarde fundó el Partido Nacional Antirreeleccionista, en mayo de 1909.
Madero había leído la entrevista de James Creelman on el presidente Díaz en marzo de 1908, y de ahí surgió su plan de postularse a la presidencia de México y de reformar al país.
En La sucesión presidencial, las preocupaciones de Madero eran principalmente políticas. Quería que el voto tuviera un verdadero significado, y que el pueblo fuera capaz de expresarse libremente.
Sin embargo, Francisco I. Madero careció de la sensibilidad para entender la voluntad popular para tener acceso a la tierra y alimentar a sus familias, y tampoco fue muy consciente de la invasión a tierras privadas por parte de las industrias extractivas y la agroindustria. A pesar de esto, en estos primeros días de su vida política, su valor para levantarse contra Díaz generó apoyo en todo el país.
En su ensayo titulado El nuevo régimen en México, publicado en 1921, el historiador estadounidense Charles W. Hackett, Profesor de la Universidad de Texas, opina que la Revolución hubiera sucedido tarde o temprano con o su la intervención del Madero:
“…Madero no jugó un papel esencial en la Revolución de 1910. Sin su condena a la “sucesión presidencial” de ese año, con el tiempo se habría producido una Revolución, ya sea durante la vida de Díaz o tras su muerte. Fue el sistema, la incongruencia entre las condiciones políticas y las generales, lo que hizo que la Revolución fuera inevitable, y no el hecho de que Díaz estuviera reeligiéndose a sí mismo, o que hubiera proporcionado la sucesión de un vicepresidente elegido en caso de su muerte o discapacidad, como pensaba sin darse cuenta Madero. Madero, entonces, en cierto sentido, era un oportunista; asumió el poder en la ola de un movimiento popular sin precedentes sin haber hecho mucho para promoverlo; él simplemente aplicó el combate al descontento ardiente que prevaleció en México”.
Díaz ordenó el arresto de Madero a principios de junio de 1910 para mantenerlo al margen de las elecciones del 26 de junio, pero Madero escapó a principios de octubre y huyó a San Antonio, Texas. Desde esa ciudad texana escribió su llamado a los mexicanos a levantarse contra el régimen el 20 de noviembre de 1910, conocido como el Plan de San Luis.
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