El monolito de Tláloc, del pueblo a la ciudad

El monolito de Tláloc siendo liberado de su enclave en donde permaneció por siglos.
El monolito de Tláloc siendo liberado de su enclave en donde permaneció por siglos.

(México) — El imponente monolito de Tláloc que desde su pétrea antigüedad da la bienvenida a los visitantes del Museo Nacional de Antropología de México, es una de las monumentales esculturas que fueron trasladadas desde lugares remotos a la Ciudad de México con el fin de conjuntar una de las colecciones arqueológicas más impresionantes y ricas del Continente Americano.

El misterioso coloso de piedra atrajo la atención de los forjadores del museo por sus enormes dimensiones, ya que se buscaba exponer las más importantes y singulares piezas en esa nueva joya arquitectónica que sería inaugurada en 1964.


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Tendida sobre su lado posterior, la gran piedra labrada permaneció inmóvil por siglos en el sitio original desde donde sería transportada a la Ciudad de México. El monolito se encontraba sin ninguna protección ni cuidado especializado, incluso con grafiti en sus costados, aunque su colosal apariencia atraía a turistas y alumnos de escuelas mexicanas.

Este gigantesco monolito de Tláloc —del que se ha mantenido representa a la deidad de la lluvia de los antiguos pobladores del México precolombino— fue trasladado desde la población de San Miguel de Coatlinchán, Estado de México, ubicada a unos 50 kilómetros del sitio del museo y hacia al oriente de la Ciudad de México.

Labrado en basalto, de 7 metros de altura y 168 toneladas de peso, el singular monumento es el más grande encontrado del hemisferio americano. Debido a que el labrado del mismo está incompleto, —nunca fue terminado por sus creadores originales— fue difícil identificarlo como la representación de Tláloc. Sin embargo, algunos detalles importantes del rostro del monolito, así como su aspecto general, llevaron a los expertos a sugerir que se trataba de una deidad relacionada al agua, ya sea Tláloc o Chalchiuhtlicue, deidad teotihuacana del agua, ríos y mar.

Otro aspecto que influyó en la identificación de esta impresionante piedra fue el hecho de que fue encontrada en el fondo de un arroyo seco, lo cual dio pie a la formulación de la hipótesis de que se trataba de una deidad relacionada al agua. Un factor más para su identificación, fue lo que los antropólogos llamaron un incuestionable parecido estilístico a la diosa encontrada en Teotihuacán, que fue labrada en el mismo tipo de piedra basalto.

El traslado del monolito de Tláloc

El proyecto de traslado del monolito del pueblo a la ciudad fue uno de los más ambiciosos planes arqueológicos que se hayan llevado a cabo en el continente. Aunque se trataba de una distancia relativa, las dimensiones y el peso de la gran piedra representaron un verdadero desafío para poder trasladarlo desde Coatlinchán al que sería su nuevo sitio en la avenida Paseo de la Reforma, en el área de Chapultepec.

Los arduos preparativos duraron un año e involucraron a cientos de trabajadores bajo la supervisión de Pedro Ramírez Vázquez, renombrado arquitecto mexicano, quien estuvo al frente de la construcción del fastuoso Museo Nacional de Antropología.

La gran pieza arqueológica que ahora se conoce como una representación de Tláloc, fue levantada con cables de su posición recostada sobre su lecho inmemorial para colocarla en un tráiler sobre una plataforma construida para tal propósito, y así poder realizar su lenta transferencia a la capital de México.

Es importante destacar que los habitantes de Coatlinchán se opusieron terminantemente a que el gran monolito fuera removido de su sitio original, e incluso sabotearon de diferentes maneras los preparativos para evitar que la gran piedra fuera retirada de esa zona. Los lugareños se apegaban a la creencia de que si el monolito era removido, las lluvias cesarían en el lugar.

El gobierno impuso su plan de trasladar el monolito y para ello se valió del ejército y de una serie de negociaciones que resultaron finalmente en el desplazamiento de la piedra. A casi medio siglo de que la piedra de Tláloc fuera mudada, nuevas generaciones de habitantes de Coatlinchán se lamentan de lo que consideran una irreparable pérdida cultural y económica para su población.

La partida del histórico monolito se fijó para el 16 de abril de 1964. Los habitantes de Coatlinchán atestiguaron la partida del monolito a partir de las 6 de la mañana, mientras que los habitantes de la Ciudad de México presenciaron la impresionante llegada durante la noche. Se calculó que aproximadamente 25 mil personas le dieron la bienvenida a lo que se convertiría en un tesoro arqueológico nacional que ha sido visto por millones de personas en su nueva morada.

El sitio actual del monolito recibe a los visitantes del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México. Foto por Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2006
El sitio actual del monolito recibe a los visitantes del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México. Foto por Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2006

Lo que se consideró una verdadera ironía ocurrida justo al arribo de lo que se dice representa a la deidad de la lluvia, fue el hecho de que se precipitara la más fuerte tormenta de lluvia de la que hasta entonces se tuviera memoria en la Ciudad de México, hecho inusual como insólito para esa temporada seca.

De pie y por casi 50 años, este monolito que el pueblo de Coatlinchán contribuyó al acervo cultural de México es admirado hoy sobre su nueva plataforma rodeada de agua, en el vestíbulo del Museo Nacional de Antropología de la gran ciudad de México.


Video relacionado: Traslado del monolito de Tláloc

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