Rockdrigo: Rock urbano y marginación social de la juventud en México

Rodrigo González capta y expresa la experiencia defeña como un observador a quien le impresionan las características de la gran ciudad que son naturales y normales para quien nace, crece y está habituado a ella. Ilustración: Barriozona Magazine © 2010
Rodrigo González capta y expresa la experiencia defeña como un observador a quien le impresionan las características de la gran ciudad que son naturales y normales para quien nace, crece y está habituado a ella. Ilustración: Barriozona Magazine © 2010

(México) — La aparente paradoja que pudiera representar el hecho de que un provinciano como Rodrigo González haya llegado a capturar la esencia de la experiencia urbana en el Distrito Federal (Ciudad de México) a través de sus canciones, en realidad tiene mucho sentido y lógica.

Cuando Rodrigo emigra a la Ciudad de México en 1977 ya es un hombre de 27 años de edad. No experimenta la vida como hijo de provincianos nacido en el Distrito Federal, ni crece bajo las mismas circunstancias de millones de estos jóvenes que eventualmente llegan a ser atraídos por la letra y la música de sus canciones.


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Aún así, Rodrigo sí experimenta el choque cultural que le plantea la ciudad de México, pero sus vivencias ocurren desde otra perspectiva. Muchas de las letras de sus canciones constatan esas impresiones y vivencias acerca de la vida en la capital.

Como músico y compositor talentoso, y precisamente por ser provinciano él mismo, Rodrigo capta y expresa la experiencia defeña como un observador a quien le impresionan las características de la ciudad que son naturales y normales para quien nace, crece y está habituado a ella.

Teniendo en cuenta lo anterior, se deduce que la inspiración nata de Rodrigo González, su evidente cualidad de observador social, su habilidad de saberse entremezclar con la gente del pueblo, así como su análisis desde una perspectiva de provincia, lo ayudan a desarrollar su visión musical y después a llegar a ser un legítimo exponente del rock urbano en México.

Migración y marginación social en el Distrito Federal

La migración de provincia hacia la Ciudad de México está estrechamente ligada a la vida cotidiana y a los problemas sociales de la misma. Los millones de migrantes de los estados de la república contribuyeron mucho a la explosión demográfica que la Ciudad de México experimenta durante varias décadas.

El fenómeno demográfico de los migrantes que provienen de regiones empobrecidas de la provincia y directamente de áreas rurales al Distrito Federal, crea toda una problemática social que se fusiona con los problemas propios de la vida citadina.

La migración desenfrenada a la ciudad crea enormes cinturones de pobreza, da lugar a las llamadas “ciudades perdidas” (como el “Campamento 2 de Octubre”, al oriente de la ciudad), las cuales carecen de la más mínima planeación urbana para viviendas y de los servicios públicos más básicos. Esto da lugar al surgimiento constante de una sub-economía informal y ambulante, y produce un ambiente de contrastante desventaja para el provinciano, posicionándolo en una terrible disparidad económica y social.

A partir de este fenómeno demográfico y social, los individuos migrantes forman miles de familias, por lo general numerosas, las cuales se ven precisadas a vivir en áreas de marginación social extrema en donde las precarias condiciones apenas les alcanzan para sobrevivir.

Miles de jóvenes con las aspiraciones naturales de su edad comienzan paulatinamente a despertar a esta problemática, a darse cuenta de su entorno, a percatarse de sus condiciones en comparación con otras prevalentes en la gran ciudad, y a experimentar factores psicológicos producto de las disparidades que los separan de las mejores oportunidades en términos de educación, empleo y movilidad social, entre otras.

Aparte de los problemas característicos de la adolescencia y la juventud, estos jóvenes se ven forzados además a remar contra una corriente socioeconómica, a verse precisados a trabajar desde temprana edad, y a descuidar la escuela o a desertar definitivamente de ella. Asimismo, se enfrentan a las presiones que les impone una sociedad de consumo que crea expectativas imposibles de lograr.

A su vez, estas circunstancias los llevan a ser objeto de estereotipos negativos y contraproducentes que terminan empeorándoles el paisaje social, a encasillarlos en funciones laborales desfavorables, y a ponerlos en un círculo vicioso que los atrapa, muchas veces para el resto de sus vidas, en callejones sin salida.

Imposibilitados de incorporarse a la corriente principal de la sociedad, estos jóvenes comienzan a expresarse a través de la rebeldía en contra de las estructuras sociales que en lugar de habilitarlos los restringen y los limitan. Al sentirse enajenada y excluida, esta juventud relegada y discriminada comienza a crear sus propios mecanismos de supervivencia, su propia expresión y dialecto, y a luchar por cualquier medio para demandar los derechos y privilegios de los que son privados por su condición marginada.

Las propuestas que estos jóvenes llevan a cabo para enfrentar esa situación con regularidad los llevan a la violencia, al consumo de enervantes y a la delincuencia. Con el tiempo emergen de entre ellos mismos grupos comunes de lucha como las pandillas, y a crear subculturas que les permiten expresarse a través de su propia vestimenta, su propia música, y su propio lenguaje, entre otras expresiones que ellos mismos sustentan y propagan.

De esta manera, estos jóvenes inventan y descubren sus propias identidades, mismas que los habilitan dentro de su propio organigrama de lucha social a destacar y a abrirse paso en campos como las artes o algunas otras expresiones culturales.

En lugar de conformarse con querer encajar en moldes que les son ajenos, los jóvenes crean sus propios parámetros y afirman su condición de marginados como punto de orgullo e identidad. En vez de negar su condición, la afirman como ventaja para desarrollarse en una sociedad hostil y enajenante.

Así, se vengan de la sociedad que establece expectativas de triunfo solamente para quienes son guapos, adinerados, poderosos, educados, reafirmando exactamente características opuestas.

Esta expresión crea un acueducto social de desahogo y afirma esa identidad construida que les lleva a encontrar valor en quienes son. En vez de aceptar el rechazo encuentran una respuesta y una salida a su propia problemática y a los obstáculos que les presenta la marginación social.

La marginación de los jóvenes y la música

A mediados de los años 70s, muchos de esos jóvenes comienzan a descubrir y a escuchar en sus tocadiscos canciones como Abuso de autoridad, Nuestros impuestos están trabajando, y Perro negro y callejero, interpretadas por Alejandro Lora y su grupo Three Souls in my Mind (ahora conocido como El Tri).

Fue a través de canciones como esas bajo el género del rock que los sentimientos reprimidos de los jóvenes comenzaron a tener una salida, a través de letras en las que se reconocían y con las que se identificaban, y a las que respondían y reaccionaban en contra del sistema y problemas como la desigualdad social.

Hacia finales de esa década y dentro de ese contexto, Rodrigo González arribaría a la Ciudad de México, y dentro de algunos años vendría a desarrollar ese lenguaje musical que llegaría a dar una expresión original y única al rock urbano mexicano, y que serviría como grito de batalla para miles de jóvenes y con el cual hoy todavía se identifican.

Regresar a la primera parte: Rockdrigo: Historias de concreto, rock urbano en México


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