El presente ensayo titulado La Carnavalización de la Guerra Fría: México, la Revolución Mexicana y los acontecimientos de 1968 por Julia Sloan, profesora asistente de Ciencias Sociales e Historia, es la versión traducida al español del original en inglés Carnivalizing the Cold War: Mexico, the Mexican Revolution, and the Events of 1968. Barriozona Magazine publica este ensayo en cinco partes y ligeramente adaptado para este formato digital. En la parte inferior de cada una de las cinco partes se proporciona más información sobre el ensayo original en inglés y su autora, así como notas del traductor. En la tercera parte la autora discute los elementos de la politización e internacionalización.
Parte 1 • Parte 2 • Parte 4 • Parte 5
• Parte 3 •
Politización e internacionalización
Otra razón por la que la heteroglosia y la carnavalización caracterizan los eventos de 1968 en México y por qué los discursos de la Guerra Fría llegaron a ocupar un lugar tan importante en estos eventos se debe a lo que Greg Grandin ha llamado “la politización e internacionalización de la vida cotidiana” en México durante este período.¹⁷ Durante la Guerra Fría en América Latina, los elementos más rutinarios de la vida nacional, como editoriales de periódicos, negociaciones laborales y planes de estudio universitarios, estuvieron dominados por la retórica de la bipolaridad. Cuando la Guerra Fría llegó a América Latina comenzó un filtrado constante e implacable de todos los aspectos de la vida nacional a través de los barómetros de la Guerra Fría norteamericana y soviética.
El concepto de “cotidianidad” popularizado por James C. Scott, y más notablemente aplicado a México por Gilbert Joseph y otros autores en el libro Aspectos cotidianos de la formación del Estado, no se limita a los elementos de la vida, personales o sociales, que son verdaderamente mundanos. Más bien, también connota aquellos eventos de origen popular llevados a cabo por personas “comunes” en oposición a los jefes de estado, líderes industriales y celebridades en la vida artística e intelectual.¹⁸ Ciertamente, el movimiento estudiantil de 1968 no fue un hecho mundano, sino que fue un movimiento popular. Además, fue parte de una creciente constelación de movimientos populares, incluidas las huelgas estudiantiles casi anuales a lo largo de la década de 1960, así como los movimientos de protesta lanzados por trabajadores ferroviarios, maestros, médicos y otros. El movimiento estudiantil fue definitivamente emprendido por gente común, decenas de miles que salieron a las calles a protestar, cientos de ellos languidecieron en la cárcel por su participación, y una cantidad adicional indeterminada que murió como resultado de esa participación. La cita de Grandin sugiere que la vida de la gente común, al igual que las acciones de sus gobiernos, fue politizada e internacionalizada. Los hechos de 1968 no cambiaron esto, sino que revelaron que los mexicanos habían comenzado a internalizar esta realidad. Estados Unidos y la Unión Soviética infiltraron eventos nacionales con el propósito de vigilancia y control. Los mexicanos hicieron esto como un medio para promover sus propias agendas.¹⁹
Aunque el movimiento estudiantil no logró llevar su mensaje directamente a la gente y ganarse su apoyo como los estudiantes franceses habían intentado hacer en París, la juventud mexicana sí tuvo una afinidad ideológica con ciertos elementos de la prensa. Esto no quiere decir que un gran número de periodistas elogiara abiertamente la causa estudiantil (aunque algunos lo hicieron), sino más bien sugerir que los editores y columnistas de izquierda tendían a percibir la situación de México de la misma manera que los estudiantes. Algunos periodistas presentaron imágenes de “rebeldes sin causa” y se burlaron de los estudiantes como perezosos y malcriados, en el mejor de los casos, delincuentes y subversivos en el peor. Innumerables artículos sobre el problema de la juventud y la cuestión generacional se publicaron durante el verano de 1968 en los periódicos de la Ciudad de México.²⁰
Sin embargo, muchos otros artículos enmarcaron la situación interna de México en el contexto de la Guerra Fría. Estos periodistas, al igual que los estudiantes, reconocieron la “politización e internacionalización” de su vida cotidiana y los problemas y controversias cotidianas de su país. En artículos demasiado numerosos para enumerarlos, el gobierno de Díaz Ordaz y Estados Unidos comparten la culpa de muchos de los problemas que enfrenta la nación. La guerra en Vietnam fue el foco obvio de gran parte de esta condena, pero los medios mexicanos también apuntaron a individuos y agencias del gobierno de Estados Unidos. De manera más significativa, las referencias a la Revolución mexicana y la revolución institucionalizada (generalmente como estar en problemas) y la Guerra Fría (generalmente como parte de la culpa del problema) se abrieron camino en artículos aparentemente sobre el movimiento estudiantil. Parecía que los periodistas mexicanos, en su cobertura cotidiana del movimiento estudiantil, difícilmente podrían escribir sobre él sin hacer referencia a la Guerra Fría.²¹ De esta manera ayudaron a popularizar la politización e internacionalización de la vida cotidiana.
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Notas del traductor:
* El término heteroglosia describe la coexistencia de distintas variedades dentro de un único “código lingüístico”. De esta manera, el término se traduce del ruso “raznorechie” literalmente como “diferentes expresiones”.
** Carnavalización es el término utilizado por Mijaíl Bajtín para describir el efecto modelador de los géneros literarios. La idea de carnavalismo es el discurso del estructuralismo. El carnavalismo es lo contrario de todo lo que se considera “normal”.
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—Texto traducido del inglés por Eduardo Barraza
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