(Phoenix, Arizona) — La crítica literaria considera la novela Astucia, El jefe de los Hermanos de la Hoja o charros contrabandistas de la Rama, del escritor Luis G. Inclán, como la mejor escrita en el siglo XIX en México.
En cuestiones de arte, es temerario afirmar que una obra es la mejor entre un mar de novelas. No obstante, me atrevo a sostener que Astucia y Los bandidos de Río Frío de Manuel Payno son las cumbres de la novela mexicana del siglo XIX.
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La novela Astucia, publicada en dos partes en 1865 y 1866, narra las aventuras de una hermandad de “ladrones sociales[1]” o comerciantes, como ellos se llamaban, pues no robaban; se dedicaban a comprar, transportar y vender tabaco.
El problema radica en que el gobierno federal monopolizaba este negocio basándose en una ley arcaica. Los personajes son idealizados y presentados como honorables al estilo de Robin Hood[2], redistribuyendo la riqueza desde los poderosos hacia los pobres.
El profesor y editor mexicano Manuel Sol escribe al respecto: “Los Hermanos de la Hoja cifraban sus ideales en la sinceridad, la honradez, el trabajo, el honor, la amistad, el amor y su dignidad”.
El grupo se maneja con la filosofía de Los tres mosqueteros, y su lema “Uno para todos y todos para uno”. Están lejos de los drogadictos, narcotraficantes y asesinos de hoy. En lugar de camionetas blindadas, montaban caballos soberbios; en lugar de armas modernas, como las “cuernos de chivo”, disparaban trabucos (una especie de escopeta primitiva); se comunicaban con chiflidos en vez de celulares; y en vez de matar y secuestrar civiles, los socorrían.
Los personajes de Astucia cuentan con una red de espías que los mantiene al tanto de la policía del Resguardo del tabaco. La hermandad es justiciera; Inclán escribe: “Colgaban sin mucha ceremonia a todos los ladrones que se encontraban en sus correrías”.
Las aventuras incluyen el rescate de una señora honorable en apuros, fieles a la filosofía quijotesca. La salvan de las garras lujuriosas que la persiguen, la socorren y la establecen en un hogar seguro.
La hermandad es traicionada y cae en una emboscada de la que bien pudieron huir. Astucia, el líder, propone luchar o escapar, quizás recordando el consejo de su padre: “No busques pleito Lorenzo, y si lo encuentras, no corras”.
Entre machismo y deseo suicida, los bandidos deciden vender cara la vida. Solo sobreviven, casi de forma milagrosa, Astucia y dos criados de confianza. En la cárcel y luego en la vida civil, Astucia se manifiesta como reformador social, humanizando las terribles condiciones de la cárcel y alimentando a los presos, que antes vivían de la flaca caridad humana.
En la vida civil, lucha contra los verdaderos bandidos que asolaban los poblados y establece una especie de utopía que desaparece al morir el héroe, regresando la vida a la misma injusticia de siempre: unos cuantos arriba y la mayoría sacrificándose para mal comer.
La novela Astucia, rico buffet lingüístico
La novela Astucia es un suculento banquete de palabras. Los personajes tienen apodos coloridos y el texto incluye muchas voces populares:
Una mujer es la Tempolocate (tepocate, renacuajo).
Los apodos de los bandidos incluyen:
El Curro
La Barragana vieja
El Eclipse
El Garabato
El Cuchitril
El Atepocate
El Barrilero
El Polvolilla
El Quebrantahuesos
El Chagollero
Gata Mansa
Pepe el Diablo
Entre las voces populares destacan:
Chonguear: bromear
Entompeatar: engañar
Sanjuanear: robar
Despenar: matar
Enjaretar: comprometer
Los dichos[3] populares son numerosos y pintorescos, reflejando la riqueza del lenguaje de la época. Sobresalen:
Le apesta el pescuezo a lazo de puerco (peligra que lo puedan colgar de un árbol).
y
Les hemos cargado el matado (amenazado de muerte).
De manera elegante, indirecta y jocosa, la novela se refiere a unos salteadores ejecutados así: “En ese mismo sitio los dejamos alzaditos del suelo para que no se resfriaran; o bien, Acariciamos a un par de ellos que se pusieron a roncar”.
No podían faltar los albures, que quedarían bien en el México moderno:
Ya te cantaritos con quien querubines casaca esa tepistoca (Ya te diré con quién quiere casarse esa buena muchacha).
Influencias literarias del escritor Luis G. Inclán
La novela Astucia delata influencias del novelista y dramaturgo francés Alejandro Dumas y de la novela española Don Quijote. Contiene 247 dichos, reflejo de la influencia de los “pesos pesados”, La Celestina[4] (1498) con 350 y Don Quijote (1605 y 1615) con 530. El Periquillo Sarniento (1816), la primera novela escrita en español en las Américas, tiene solo 76.
Es obvio que Luis G. Inclán* conocía de primera mano la vida en las haciendas: nació en una, se casó en otra y trabajó en por lo menos tres, y de otra describe el capadero (cuando capan a los toros y otros animales para que den mejor y más carne).
Ya establecido en la ciudad de México, compró dos imprentas, y en una de ellas imprimió sus libros y otros, como una versión de El Periquillo Sarniento del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi.
Para disfrutar mejor está frondosa novela, recomiendo leer la excelente y detallada edición del Fondo de la Cultura Económica del 2005, editada por Sol, a quien desde este rincón agradezco por compartir parte de su sabiduría.
En conclusión, la novela Astucia es una obra fundamental de la literatura mexicana del siglo XIX, una ventana a la cultura, el lenguaje y las luchas de la época. Su rica narrativa y personajes inolvidables aseguran su lugar como una de las mejores novelas mexicanas de su tiempo.
Recursos adicionales
Otros libros de Luis G Inclán, publicados por su editorial, incluyen:
Recuerdos de El Chamberín (1860). Describe su caballo favorito, mismo que una vez lo salvó de una muerte segura. Reglas para que un colegial pueda colear y lazar (1860). Manual para la práctica de la charrería.
El capadero en la hacienda de Ayala (1872).
Ley de gallos, o sea Reglamento para el mejor orden y definición de las peleas (1872). Manual para las riñas de gallos.
Lectores interesados en otras novelas del género de bandidos pueden explorar La hija del bandido o los subterráneos del Nevado (1887), de Refugio Barragán de Toscano, considerada la primera novela escrita por una mujer en México.
Dato curioso: Dos novelas de costumbres de Inclán, Los tres Pepes, o el consejo de los tres y Pepita la planchadora, fueron destruidos por un capricho del destino y para nuestra mala suerte en el incendio que consumió parte del vapor San Andrés en 1884.
En su próxima y última entrega de esta serie, su autor, Saúl Holguín Cuevas, abordará La hija del judío (1848-1851), del novelista e historiador mexicano Justo Sierra O’Reilly, considerada la primera novela histórica mexicana.
CITAS
[1] El concepto de “crimen social” o “bandido social” fue desarrollado por el historiador marxista Eric Hobsbawm. Este término se refiere a insurgentes que son considerados ladrones por el Estado, pero que los pobres aclaman, protegen y honran como héroes, vengadores y justicieros. Es importante aclarar que asesinos en masa como Pablo Escobar o Joaquín el Chapo Guzmán no se consideran bandidos sociales.
[2] Robin Hood es un forajido heroico, nacido del folclore inglés y popularizado a través de la literatura, el teatro y el cine.
[3] Incluidos por Manuel Sol al final de su edición publicada por el Fondo de Cultura Económica.
[4] Recomiendo la lectura de un excelente artículo sobre La Celestina.
* N del E: Llamemos a Luis Gonzaga Inclán el Ranchero literario que dejó su huella tanto en las haciendas como en las imprentas del México de hace dos siglos. Nació en Tlalpan (Ciudad de México) en 1816. Domó potros y se aventuró en el mundo del contrabando en Michoacán, antes de convertirse en el dueño de una hacienda. Pero la guerra de Estados Unidos contra México cambió su destino cuando su rancho se consumió en llamas en 1847, llevándolo de los ranchos a las imprentas en la Ciudad de México. Allí, entre tinta y papel, nació Luis G. Inclán, el escritor. Sus novelas capturaron la esencia de la vida rural con autenticidad y sencillez. Luis G. Inclán fue un ranchero que montó entre las letras, dejando un legado duradero. Murió en 1875.
Luis G. Inclán
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