José Clemente Orozco, fuego y sombra del muralismo mexicano

José Clemente Orozco, uno de los tres grandes muralistas de México . Collage por Barriozona Magazine © 2019
José Clemente Orozco, uno de los tres grandes muralistas de México . Collage por Barriozona Magazine © 2019
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José Clemente Orozco es catalogado como uno de los Tres Grandes muralistas de México junto con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

Este programa nacional de pintura mural implementado en 1922, después de la Revolución mexicana, tuvo el fin de enseñar la historia de México a las masas analfabetas en términos comprensibles para la gente. Comenzaba así una revolución social y un movimiento artístico que tendría una gran influencia durante décadas.

A pesar de pertenecer a ese pequeño grupo de maestros del Movimiento Muralista Mexicano, el trabajo Orozco se distingue del de Rivera y Siqueiros por su estilo personal al plasmar los eventos históricos clave de México y mundiales que inmortalizó en sus murales.


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Mientras que el arte de Rivera y Siqueiros ofrece una visión idealizada de las raíces indígenas y la Revolución mexicana, los murales de Orozco presentan un aspecto más sombrío y dramático que manifiesta sus vivencias personales.

José Clemente Orozco nació en el estado de Jalisco en 1883. Llegó a la Ciudad de México a los siete años de edad, en 1890. En 1897 su familia lo envió a estudiar ingeniería agrícola a la Escuela Nacional de Agricultura, en el Convento de San Jacinto, en la Ciudad de México (llamada hoy Universidad Autónoma de Chapingo, en Texcoco).

En 1906, a la edad de 23 años, el oriundo de Ciudad Guzmán (Zapotlán el Grande) ingresó formalmente a la Academia de San Carlos en la Ciudad de México para estudiar pintura, aunque anteriormente ya había tomado clases de arte nocturnas en esa institución.

Su vocación como artista sería estimulada por el arte gráfico del famoso grabador José Guadalupe Posada, cuyo taller visitaba desde su niñez. “Posada trabajaba a la vista del público…yo me detenía encantado por algunos minutos camino a la escuela, a contemplar al grabador…” cuenta Orozco en su Autobiografía, publicada en 1945. “Éste fue el primer estímulo que despertó mi imaginación y me impulsó a emborronar papel con los primeros muñecos…”

Antes de saltar al mundo del arte de gran formato que lo llevó a la fama internacional, Orozco se desempeñó como caricaturista e ilustrador colaborando en periódicos como El Imparcial en la Ciudad de México, así como para un periódico revolucionario llamado La Vanguardia, que dirigía el Dr. Atl (Gerardo Murillo Cornado) para apoyar a Venustiano Carranza y a Álvaro Obregón desde Orizaba, Veracruz.

Aunque no participó directamente en la Revolución, Orozco promovió la causa de Carranza, quien luchaba contra Pancho Villa y Emiliano Zapata. La visión de esta guerra civil en México sería reflejada después en sus murales.

Años antes, Orozco había perdido su mano izquierda en un accidente con pólvora, que también dañó y afectó su vista y audición. El artista nunca comentó mucho acerca de este accidente, pero se considera que sus lesiones influyeron en una visión artística al predominar en su obra los tonos oscuros.

Sección del mural titulado "La Trinchera" de José Clemente Orozco en una de las paredes del Colegio San Ildefonso en el centro histórico de la Ciudad de México.
Sección del mural titulado “La Trinchera” de José Clemente Orozco en una de las paredes del Colegio San Ildefonso en el centro histórico de la Ciudad de México.

José Clemente Orozco ingresa al muralismo

Al igual que Diego Rivera, las primeras obras de Orozco consistieron en pinturas de caballete, las cuales retratan el lado más oscuro de la vida y la sociedad mexicana.

Fue en la década de 1920 que Orozco comenzó a incursionar en formas de arte a mayor escala. En el Manifiesto del Sindicato de Trabajadores Técnicos, Pintores y Escultores, publicado en la revista El Machete en junio de 1924, Orozco, Rivera y Siqueiros, así como otros destacados artistas mexicanos, denunciaron la pintura de caballete como elitista, mediante la siguiente declaración: “Repudiamos la pintura llamada de caballete y todo el arte de cenáculo ultraintelectual por aristocrático, y exaltamos las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública”.

Sin embargo, la pintura de caballete se continuó practicando, según lo revela Orozco en su Autobiografía, “pues tal pintura no era cosa opuesta a la pintura mural” y porque “no todos los pintores tenían aptitud para la pintura mural”. Sin embargo, mediante el muralismo se logró llegar a un mayor número de personas comparado al alcance más limitado del caballete.

Los primeros murales comisionados como parte del programa nacional del Secretario de Educación José Vasconcelos fueron pintados en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) en la Ciudad de México. Ese edificio se considera, por tanto, la cuna del muralismo mexicano.

Los frescos de Orozco completados entre 1923 y 1926 en la ENP tienen como tema central la Revolución mexicana. Estos murales muestran un claro rechazo a las imágenes idealizadas empleadas por muchos otros artistas de la época. Asimismo, su obra pictórica postula una severa crítica política y social contra los poderosos en México.

Los murales de Orozco utilizan colores oscuros, que consisten principalmente en tonos marrones. Su iconografía consiste con frecuencia en un fuerte simbolismo religioso.

De acuerdo con los expertos, Orozco siempre ha sido menos venerado que Diego Rivera, ya que la obra el jalisciense criticó duramente la corrupción y el autoritarismo en México, mientras que Rivera presentó una imagen idealizada y romántica del país. La visión de Orozco siempre fue una de realismo social y de confrontación.

En unos de sus más icónicos murales titulado La trinchera (1924), Orozco representa a las masas anónimas de la lucha revolucionaria. El muralista elige a un soldado como la figura central, pero lo pinta de espaldas al espectador. La posición del cuerpo del soldado evoca una crucifixión. Las líneas y los ángulos son afilados y geométricos. Los colores son marrones oscuros, rojos y negros.

En otro famoso mural, Cortés y La Malinche (1926), Orozco pinta al conquistador Hernán Cortés y a su intérprete-guía La Malinche sentados. Un cuerpo sin rostro y de piel oscura yace a los pies de ambos. Esta figura se interpreta como un símbolo de la raza subyugada o la descendencia de la unión de las dos culturas. De nuevo, los colores son oscuros y las formas geométricas.

El 23 de noviembre de 2017, Google celebró los 134 cumpleaños del natalicio de José Clemente Orozco con un Doodle de Google.
El 23 de noviembre de 2017, Google celebró los 134 cumpleaños del natalicio de José Clemente Orozco con un Doodle de Google.

Orozco y sus murales en Estados Unidos

José Clemente Orozco, al igual que otros destacados muralistas mexicanos, fue comisionado para realizar grandes obras en Estados Unidos a finales de la década de 1920 y principios de la década de 1930.

Estos murales incluyen Prometeo (1931), en el Colegio Pomona, en California, y La epopeya de la civilización americana (1933), en el Colegio Dartmouth, en Hanover, Nueva Hampshire, donde también impartió cátedra. Este mural, que consiste de 24 paneles, se considera “un hito histórico nacional y uno de los mejores ejemplos de pintura mural de EE.UU. por Orozco, uno de los mejores exponentes de arte público del siglo XX”, de acuerdo al Colegio Dartmouth.

Esta imagen corresponde al Panel 5 subtitulado “La Llegada de Quetzalcóatl” del mural “La Épica De La Civilización Americana” creado por José Clemente Orozco en el Colegio Dartmouth en Estados Unidos.
Esta imagen corresponde al Panel 5 subtitulado “La Llegada de Quetzalcóatl” del mural “La Épica De La Civilización Americana” creado por José Clemente Orozco en el Colegio Dartmouth en Estados Unidos.

Tras varios años de trabajo en EE.UU. (1927-1934), Orozco regresa a México en 1934 para pintar varios murales en la Ciudad de México y en Guadalajara.

Una de sus más notables obras de la serie de murales en el Hospicio Cabañas, en Guadalajara, es el mural pintado en el techo de la cúpula principal, titulado El hombre de fuego (1938–39).

En murales posteriores, como los pintados en la Biblioteca Gabino Ortiz en Jiquilpan, Michoacán (1940), y en el Suprema Corte de Justicia de la Nación en la Ciudad de México (1941), así como la Alegoría Nacional (1947–48) en la Escuela Normal de Maestros de la Ciudad de México, Orozco destacó los temas nacionalistas con exclusión de lo universal.

José Clemente Orozco murió en 1949. Fue el primer pintor en ser enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres.

Su arte permanece hoy en día como un vasto y singular trabajo en conjunto de intenso valor artístico y humano, así como testimonio de una época irrepetible que convocó a los más extraordinarios artistas mexicanos a reinventar una nación en ruinas mediante un arte de grandes dimensiones al servicio de las masas.


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