Frankenstein reprogramado: hoy, el monstruo somos nosotros

En una ciudad del futuro dominada por la inteligencia artificial, el monstruo Frankenstein reaparece reimaginado como un ser cibernético: una figura solitaria que encarna las consecuencias de una tecnología creada sin ética ni compasión. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025
En una ciudad del futuro dominada por la inteligencia artificial, el monstruo Frankenstein reaparece reimaginado como un ser cibernético: una figura solitaria que encarna las consecuencias de una tecnología creada sin ética ni compasión. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025

(Phoenix, Arizona) — La escena no comienza con relámpagos sobre una torre gótica, sino con el zumbido tenue de luces LED. No hay castillo, pero sí un laboratorio en Silicon Valley o una sala blanca en Shenzhen, China, donde se diseñan chips, robots y tecnología de punta. Una pantalla titila. Una voz artificial irrumpe en la quietud. No es un grito, es un despertar: el monstruo Frankenstein ha vuelto a la vida. Esta vez no fue hecho de cadáveres, sino de código. de código.

Han pasado más de dos siglos desde que Mary Shelley escribió su novela Frankenstein, pero su criatura no ha muerto. Simplemente ha mutado. Ya no acecha en los bosques, sino en la nube. Ya no camina sobre pies desiguales, sino que flota entre redes neuronales, líneas de comando y decisiones automatizadas.

Shelley no nos advirtió contra un monstruo cualquiera. Nos advirtió contra el orgullo de querer ser dioses sin asumir lo divino. Hoy, mientras reprogramamos la vida, manipulamos el clima y damos inteligencia a lo inerte, su advertencia resuena con más fuerza que nunca.

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La nueva criatura: la inteligencia artificial

Aprende. Imita. Habla. Pinta, compone, debate. A veces miente. A veces implora. Así como la criatura de Shelley aprendía de los libros y sufría el rechazo humano, las inteligencias artificiales de hoy absorben nuestros datos, prejuicios, lenguajes y emociones. Lo replican todo. Lo comprenden a su manera.

Pero a diferencia de el monstruo Frankenstein, estas criaturas no tienen cuerpo. No huyen por la nieve. Habitan en servidores y dispositivos, invisibles pero omnipresentes. Las entrenamos para servirnos, pero no siempre obedecen. No siempre comprenden.

Como Víctor, los creadores de estas nuevas mentes muchas veces las liberan… y luego se desentienden. ¿Y si, como él, hemos amado más la creación que la responsabilidad de cuidarla?

Genes editados, dilemas antiguos

Con herramientas como CRISPR ¾la tecnología que los científicos investigadores utilizan para modificar selectivamente el ADN de los organismos vivos¾ ya no soñamos con vencer a la muerte: ahora soñamos con rediseñar la vida. Podemos curar enfermedades hereditarias. Pero también podemos seleccionar rasgos, alterar embriones, y comercializar el código genético como si fuera software.

Esto no es ciencia: es poder. Poder sin brújula. Como Víctor, los biotecnólogos enfrentan la misma pregunta: ¿Y si el problema no es lo que podemos hacer, sino lo que no nos atrevemos a prever?

En China ya nacieron gemelas genéticamente modificadas. En laboratorios clandestinos, se alteran especies enteras. ¿Somos sanadores… o estamos jugando con fuego?

Inspirada en la novela de Mary Shelley, esta imagen reimagina a el monstruo Frankenstein en pleno siglo XXI: una criatura sin cadenas ni castillos, ensamblada con circuitos en lugar de carne, vagando en una ciudad gobernada por la inteligencia artificial. Su figura solitaria encarna la advertencia de Shelley sobre el poder creador sin responsabilidad. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025
Inspirada en la novela de Mary Shelley, esta imagen reimagina a el monstruo Frankenstein en pleno siglo XXI: una criatura sin cadenas ni castillos, ensamblada con circuitos en lugar de carne, vagando en una ciudad gobernada por la inteligencia artificial. Su figura solitaria encarna la advertencia de Shelley sobre el poder creador sin responsabilidad. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025

El monstruo Frankenstein moderno y la soledad

La criatura de Shelley no nació malvada. Solo quería pertenecer. Quería ser vista, comprendida, amada. Su tragedia fue el rechazo. ¿Y no es esa también la tragedia de millones hoy, perdidos entre perfiles digitales, filtros de Instagram y algoritmos que prometen conexión, pero alimentan la soledad?

Las redes sociales crean versiones idealizadas de nosotros—curadas, editadas, filtradas—y luego nos castigan por no ser tan perfectos como nuestras propias máscaras. Los ingenieros del comportamiento digital diseñan estas plataformas… y luego las abandonan al caos, igual que Víctor huyó de su criatura.

Geoingeniería: el clima como experimento

El planeta arde. Los glaciares se derriten. El agua escasea. Y de nuevo, el ser humano aparece como salvador… con máquinas para enfriar la Tierra, nubes artificiales, espejos solares en órbita. Una solución tecnológica para un problema tecnológico.

Pero Shelley nos advirtió: quien crea vida sin amor por ella, termina siendo perseguido por su propia obra. Modificar el clima sin comprenderlo del todo es como revivir a los muertos sin saber cómo vivir con ellos.

La herencia del abandono

La tragedia central de Frankenstein no es que Víctor haya creado un monstruo. Es que lo creó… y lo dejó solo. El horror no fue el nacimiento de la criatura, sino su abandono.

Eso también lo vivimos hoy. Empresas que lanzan algoritmos que discriminan, plataformas que viralizan mentiras y odio, apps que destruyen la atención y la autoestima de millones. Y cuando el daño se vuelve evidente, los creadores se lavan las manos. Cambian de nombre. Venden la empresa. Publican un mea culpa… desde sus cuentas verificadas.

Último acto: el espejo

En la novela, el monstruo desaparece en el hielo, buscando el olvido. Hoy no desaparece: se multiplica. Está en nuestros teléfonos, en nuestros genes, en las decisiones automatizadas que ya no entendemos del todo. Porque Shelley nunca escribió sobre un monstruo. Escribió sobre nosotros.

Somos los creadores. Somos los creados. Y si no aprendemos a unir ambición con humildad, tecnología con ética, inteligencia con compasión, acabaremos como Víctor: perseguidos por nuestras propias obras, corriendo en medio de una tormenta que nosotros mismos desatamos.

ENLACE EXTERNO → Lee la novela Frankenstein, o el moderno Prometeo

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