(Phoenix, Arizona) — Para definirse a sí mismos, un gran número de habitantes de Estados Unidos prefieren usar el término latino en lugar de hispano, supuestamente porque al llamarse latinos, se separan de una asociación con España, país que conquistó y colonizó la mayor parte de lo que se conoce como América Latina.
Sin embargo, el origen del término “América Latina”, del cual se desprende la palabra “latino”, fue creado por los franceses, cuando Napoleón III impuso a Maximiliano de Habsburgo como emperador en México.
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América Latina, como término, tenía una estrategia política, resultado de la ambición imperialista de Francia de establecer su poder en lo que entonces se conocía como “Hispanoamérica”, y dentro del contexto de los intentos de independencia que comenzaban a surgir en ese tiempo en las colonias españolas y portuguesas.
Españoles –criollos, mestizos e indígenas por igual– sentían un gran resentimiento contra los peninsulares, esto es, los españoles nacidos en España, lo que contribuyó también a la generalización del uso de los términos América Latina, latinoamericano, y latino, los cuales significaban un rechazo a la presencia colonizadora de España.
América Latina título acuñado y promovido por los enemigos de España, vino así a identificar permanentemente y hasta nuestros días a la extensa región ubicada al sur de Estados Unidos, formada por las naciones que se desarrollaron a partir de las colonias de España, Portugal, y Francia.
A causa de que estas potencias europeas usaban idiomas derivados del Latín (español, portugués, y francés,) el nombre que los franceses impusieron tuvo aceptación, supuestamente por su carácter inclusivo y a causa del movimiento independentista de las colonias americanas de España.
Es importante aclarar que Belice y Guyana fueron colonizadas por los británicos, y su idioma oficial es el inglés. Surinam fue cedida por los ingleses a los neerlandeses, y el idioma oficial es el neerlandés.
El uso del término latino ha llegado a popularizarse y oficializarse en Estados Unidos para identificar a personas provenientes de México, el Caribe, Centro y Sudamérica, o de alguna otra nación donde se hable el español, y desde luego, a los descendientes de los ciudadanos mexicanos que permanecieron en los territorios anexados a Estados Unidos tras la guerra con México, y asimismo a los hijos de inmigrantes de América Latina nacidos en suelo estadounidense.
Sin embargo, como hemos visto en base a los datos históricos, el término latino carece también de autonomía y esencia propias que identifiquen fielmente a los pueblos de las veinte naciones que componen este sector del continente americano, que abarca las tierras continentales e insulares situadas al sur del Río Grande del Norte o Río Bravo.
La mayoría habla español, o está ligado a este idioma por su ascendencia, pero nadie habla Latín. Se quiera reconocer o no, el término hispano se relaciona más con nuestra realidad lingüística.
Si el término hispano se resiste como actitud de rechazo a la conquista y colonización españolas, la palabra latino, en cambio, simboliza por igual una intrusión europea y una imposición extranjera, que si bien se refiere al idioma español traído por los conquistadores y colonizadores, lo hace de una forma indirecta que convenía a Francia, porque usando el origen del idioma francés, el latín, incluía implícitamente al español, pero minimizaba a la vez el predominio de España en América.
Para la inmensa mayoría que habita en este hemisferio, el latín como idioma es aún más lejano y ajeno a la realidad lingüística, puesto que el latín nunca se generalizó en América –limitando su uso elitista en la liturgia de la Iglesia Católica.
Puesto que ni hispano ni latino reflejan una esencia propia de las naciones y gente de América Latina, o de quienes provienen de esos países, nos vemos precisados a buscar la reconquista de nuestra identidad dentro de la sociedad estadounidense y el mundo.
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