2 de octubre, la matanza de estudiantes que México no olvida

Cada año se conmemora en México la matanza de estudiantes de 1968.
Cada año se conmemora en México la matanza de estudiantes de 1968. Foto: Real World Photos | Creative Commons

(Ciudad de México) — Ser estudiante en México en el verano de 1968 representaba no solamente las metas de superación profesionales de un joven, sino sinónimo de rebeldía y protesta contra el gobierno.

Más allá de las aulas universitarias y de los planteles de educación media, el estudiantado mexicano era más que una generación que buscaba abrirse paso en la sociedad mexicana canalizando sus ambiciones personales a través de la educación y el conocimiento.

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Ser estudiante en 1968 llegó a significar una amenaza para el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, y un reto que el mandatario no pudo o no supo contener de una manera constructiva.

Para la generación de estudiantes mexicanos de 1968, la ola de protestas estudiantiles que sacudían ese año las principales sociedades del mundo fue un llamado ineludible a ser parte de un momento histórico en el que la juventud podía posicionarse como un agente de cambio social contra el status quo que imponían los gobiernos.

Para el estudiantado de México, el viento revolucionario que agitaba en esa era los estandartes de la protesta y la rebelión internacional para convocar a un cambio, fue un reto obligatorio a ser parte de un movimiento social que caracterizó 1968 como un año emblemático en la historia contemporánea del mundo.

Cartel creado por el Gran OM y Co.
Cartel sobre Tlatelolco 1968 creado por el Gran OM & Co.

Rebelarse contra el gobierno, protestar contra las normas establecidas, buscar derrocar barreras sociales, políticas y económicas, luchar por la autodeterminación y constituirse en una fuerza que el gobierno tuviera en cuenta, era demasiado atractivo para quedar al margen de aquella corriente que no invitaba pasivamente sino más bien arrastraba radicalmente a la juventud a encauzarse en ella.

México era la sede de los Juegos Olímpicos de 1968, lo que convertía al país automáticamente en un escenario mundial, en una pasarela en dónde se posaba la atención mundial. Los jóvenes mexicanos podían usar, y lo hicieron, esa atracción mundial para proyectar su propio movimiento a millones de personas.

El arquetipo de la protesta juvenil en el mundo, el de la Revolución cubana, así como símbolos de inspiración ideológica como la figura mítica y magnificada de Ernesto “Che” Guevara, dieron a los jóvenes mexicanos no solo el contexto sino que sirvieron como la placenta sociológica que nutrieron a la juventud mexicana de ideales y aspiraciones de cambio.

Los jóvenes en México y en otras ciudades del mundo visualizaron las posibilidades de generar cambios sociopolíticos, pero al mismo tiempo desestimaron o desconocieron el grado y la fuerza con que el poder gubernamental puede llegar a ejercerse cuando se ve obligado y justificado a poner en marcha su mecanismo represor.

No hay duda de que el idealismo juvenil chocó de frente y con trágicas consecuencias contra el muro del poder, activando los peores y más drásticos métodos de autoritarismo y contención diseñados y destinados a preservar el poder de los gobiernos.

¿Habrían desistido los jóvenes mexicanos y los de las otras ciudades del mundo de agudizar sus protestas de haber comprendido que sus gobernantes estaban dispuestos a matarlos, a masacrarlos y a aplastar sus movimientos con altos niveles de violencia?

Cartel del 2 de octubre sobre el 2 de octubre de 1968
La actitud del actual gobierno federal hacia lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 contrasta con el gobierno que perpetró la matanza hace 52 años.

En el caso de México, el gobierno de Díaz Ordaz no sólo buscaba aplacar y terminar con la protesta juvenil, sino también evitar la disrupción a las Olimpiadas y dar una imagen contraria a aquella que quería pintar y vender al resto del mundo.

De manera trágica y brutal, los jóvenes estudiantes de México en 1968, aquellos que sobrevivieron la masacre del 2 octubre, aprendieron que para gobiernos como el de Díaz Ordaz, hay cosas más importantes y valiosas que la vida de sus ciudadanos. Si la vida de un manifestante puede ser sacrificada, cuantimás sus demandas y sus ideales.

El gobierno mexicano acalló la protesta juvenil con ráfagas de bala que dejaron un número impreciso de víctimas mortales en la Plaza de las Tres Culturas la noche del 2 de octubre.

El movimiento juvenil quiso negociar con el monstruo y el monstruo respondió como tal. La herida profunda de la masacre estudiantil y de civiles causada no solo por la matanza gubernamental sino por la impunidad y la falta de justicia permanece abierta porque la sociedad se rehúsa a olvidar y a perdonar.

Cada 2 de octubre como este que se conmemora en 2020 —52 años después del surgimiento y represión del movimiento estudiantil—, México recuerda y honra a las víctimas de aquella masacre y al hacerlo condena y repudia al gobierno que la perpetró.

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