→ Sigue de la Página 1 — El antagonismo entre centros educativos rivales —vocacionales y preparatorias, semilleros del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) respectivamente— que había causado las peleas entre estudiantes que dieron existencia al movimiento estudiantil de 1968, paradójicamente se desvanecería por la necesidad común de unirse a un frente único. Su disparidad se canalizó de esta manera en una cooperación inter-estudiantil para enfrentar la represión de la que ambos bandos eran víctimas.
Los intentos unificados de sistematizar el movimiento formalmente dieron lugar a la formación del Comité Nacional de Huelga (CNH). Mediante esta estructura organizacional, los mítines, las protestas, y las huelgas estudiantiles, se convirtieron en el principal método de acción para confrontar las acometidas del gobierno de Díaz Ordaz y del regente de la Ciudad de México, Alfonso Corona del Rosal, aliado del presidente. Mediante la dirección del CNH, el fuego del movimiento se propagaría a incorporar a un total de 128 escuelas y 250 representantes.
El comité dio forma y rumbo al movimiento estudiantil de 1968. Lo transformó de una serie de protestas desunidas en una verdadera fuerza social. Escuelas públicas y privadas formaban parte de esta comisión que estableció comités de lucha y brigadas de acción. Miembros de la Izquierda y de la oposición se adhirieron por igual.
Mediante las acciones organizadas de la junta estudiantil, el mensaje de su causa comenzó a llevarse a la opinión pública a través de la creación clandestina de pósteres, panfletos, y de discursos callejeros. La organización estudiantil seguía principios democráticos en la forma de libre asamblea, libre expresión, y democracia participativa.
Díaz Ordaz advierte a estudiantes en informe de gobierno
El gobierno autoritario, sin embargo, no reconoció estos elementos democráticos, ni mucho menos los respetó. El progreso y las tácticas del movimiento, representaron un desafío serio y directo para el gobierno, que a pesar de su actitud represiva no podía detener el auge que los estudiantes estaban tomando. Díaz Ordaz, en su informe de gobierno ese septiembre de 1968, dejó en claro que no toleraría ni permitiría que los estudiantes siguieran retando su gobierno, su orgullo y su exigua paciencia. Tajantemente, no habría negociación.
A través de un método de liderazgo plural, rotativo y cambiante, el Comité de huelga impidió a las autoridades identificar a un sólo dirigente a quien dirigir sus represalias. Lamentablemente, este criterio de liderazgo múltiple utilizado para comandar el movimiento estudiantil de 1968, se convertiría después en su propia penitencia.
A pesar del éxito temporal de este estilo de dirigencia, los arrestos y las torturas continuaron en perjuicio de todo sospechoso que caía en manos de la policía; ser estudiante equivalía a ser subversivo y agitador. El gobierno, aunado a unos medios de comunicación amordazados o vendidos, trató de pintar el movimiento como el de un grupo estudiantes inconformes que eran usados por fuerzas extranjeras subversivas y comunistas.
No obstante los intentos de las autoridades para extinguir la flama de la lucha estudiantil, ésta se avivaba y ganaba más adeptos a las filas de su atrevida militancia. Muchos ciudadanos de la población en general comenzaron a sentirse atraídos debido al descontento popular predominante, y a simpatizar con el arrojo de los estudiantes. Otros muchos coincidieron en señalar que el movimiento estudiantil de 1968 era la oportunidad para generar un profundo cambio social en México. Así, lo que significó una pesadilla local para el gobierno de Díaz Ordaz, se convirtió en un anhelo nacional de cambio.
El movimiento estudiantil de 1968 y las Olimpiadas
La cercana e inminente celebración de los XIX Juegos Olímpicos en México, vino a representar un poderoso símbolo tanto como para el gobierno como para los estudiantes, pero con significado diferente. Para el estudiantado, celebrar un evento deportivo y cultural de gran resonancia mundial y millonaria infraestructura en México, era una escandalosa paradoja. Ellos comprendían que mientras el gobierno trataba de dar una impresión de progreso al resto del mundo, éste había fallado al pueblo en cumplir con las necesidades más elementales de vivienda, servicios del cuidado de la salud y educación básica.
Por su lado, el gobierno deseaba aprovechar la oportunidad de ser el anfitrión de los juegos de verano para poner a México en el mapa del avance económico y la prosperidad. Por tanto, Díaz Ordaz percibió el movimiento estudiantil de 1968 no sólo como una amenaza a su poder absoluto, una afrenta a su autoridad, y como un problema serio, sino también como una pésima imagen en los precisos momentos en que los ojos del mundo se posaban sobre México. → Sigue leyendo… Continúa en la Página 3 | Página 1
© 2007 – 2021, Eduardo Barraza. All rights reserved.