(Phoenix, Arizona) — Hubo un tiempo en que conducir un Tesla significaba algo más que poseer un auto eléctrico. Era un distintivo de innovación, sostenibilidad y vanguardia tecnológica. Hoy, sin embargo, la narrativa en torno a la compañía ha cambiado drásticamente.
Las cifras de ventas han tambaleado, los inversores muestran signos de impaciencia y la imagen de su director general, Elon Musk, ha pasado de la de un visionario a la de una figura altamente polarizadora. Pero, ¿qué hay detrás de esta caída en la percepción pública y financiera de Tesla?
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Cuando la imagen de Musk eclipsa la de Tesla
No es la primera vez que la fortuna de una empresa se entrelaza con la personalidad de su líder. Sin embargo, en el caso de Tesla, la ecuación se ha vuelto particularmente volátil. Elon Musk no es solo el rostro de la compañía, sino también su principal vocero en redes sociales y su máximo promotor.
Sus posturas políticas, que incluyen simpatías con figuras de derecha y comentarios que han generado controversia, han alienado a un sector de sus clientes originales: consumidores progresistas que vieron en Tesla un emblema del futuro.
El mercado automotriz, sin embargo, no se rige solo por afinidades ideológicas. Los números hablan por sí solos: la capitalización bursátil de Tesla ha caído significativamente, y en mercados clave como Estados Unidos y Europa, las ventas han disminuido. Al mismo tiempo, competidores como BYD en China y fabricantes tradicionales han acelerado su apuesta por los vehículos eléctricos, presionando aún más a Tesla. La empresa, que antes dominaba el sector sin rivales a la vista, ahora enfrenta un ecosistema donde la diferenciación se vuelve crucial.
La relación de Musk con Donald Trump y su reciente participación en un evento donde realizó un gesto que muchos han interpretado como un saludo “nazi” han intensificado la división en la opinión pública. Mientras algunos lo defienden argumentando que se trata de una simple provocación mediática, otros consideran que su cercanía con el expresidente estadounidense y su respaldo a retóricas extremistas están erosionando la reputación de Tesla.
A esto se suma su papel en X, la red social que adquirió y transformó en un foro donde la desinformación y los discursos radicales han encontrado un espacio privilegiado, alienando a anunciantes y segmentos clave del mercado.
Su reciente designación como director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) y su impulso de despidos masivos en agencias federales han exacerbado su imagen de empresario implacable. Aunque sus seguidores ven en estas acciones un esfuerzo por eliminar la burocracia gubernamental, otros lo perciben como una amenaza a la estabilidad del sector público.
Para Tesla, la sombra de estas decisiones no es menor: la marca ha pasado de ser un símbolo de modernidad y progreso a un estandarte político involuntario, con consecuencias inciertas para sus ventas y su posición en el mercado global.

Una estrategia comercial que se tambalea
Al margen de la controversia política, Tesla enfrenta retos concretos en su negocio principal. La falta de nuevos modelos y la creciente depreciación de sus vehículos en el mercado de segunda mano han reducido el atractivo de la marca.
Mientras tanto, las cifras de ventas de autos eléctricos en general han aumentado, lo que sugiere que el problema no es la tecnología en sí, sino la estrategia de la empresa.
Musk ha redoblado su apuesta en tecnologías futuristas como los robotaxis y la inteligencia artificial. Pero, ¿es esto suficiente para sostener la confianza del mercado? Mientras rivales como Waymo de Alphabet desarrollan soluciones más robustas en conducción autónoma, Tesla sigue defendiendo un modelo basado solo en cámaras y software, una estrategia que algunos expertos consideran arriesgada.
¿Una crisis temporal o el principio del fin?
Tesla sigue siendo el fabricante de autos más valioso del mundo, pero la pregunta crucial es si su dominio es sostenible. En un contexto donde los consumidores buscan alternativas, la competencia se multiplica y la tecnología evoluciona a pasos agigantados, la empresa se enfrenta a una prueba de fuego.
Musk insiste en que el futuro de Tesla no depende solo de los autos eléctricos, sino de la inteligencia artificial y la movilidad autónoma. Pero el mercado ya no está dispuesto a esperar indefinidamente. Con un panorama cada vez más incierto, la compañía debe demostrar que puede convertir sus promesas en realidad antes de que el escepticismo termine por devorar su valor.
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