Yo vi entrenar a Ricardo “el Pajarito” Moreno: El precio de los puños y el camino del ring al olvido

Ilustración digital de Ricardo “el Pajarito” Moreno, el mítico boxeador superpluma de Chalchihuites, Zacatecas, cuya furia en el ring contrastó con la soledad de sus últimos años. Ilustración: Barriozona Magazine © 2025
Ilustración digital de Ricardo “el Pajarito” Moreno, el mítico boxeador superpluma de Chalchihuites, Zacatecas, cuya furia en el ring contrastó con la soledad de sus últimos años. Ilustración: Barriozona Magazine © 2025

Fue el ídolo de un país entero, un huracán de puños que no conocía la piedad. Un niño lo vio entrenar en la Plaza de Toros de Torreón, sin imaginar que años después aquel gladiador terminaría durmiendo sobre cartones, perdido entre las ruinas del olvido. Esta es la historia de Ricardo “Pajarito” Moreno y del precio que cobra el boxeo cuando ya no quedan aplausos.

México. 8 de enero de 1961.

Fue en la Plaza de Toros Torreón.

Aquel día, el ídolo de Chalchihuites, Zacatecas, el boxeador Ricardo “Pajarito” Moreno, se enfrentó a Claudio “Lobito” Adame. A pesar de sus muchos triunfos, ambos ya conocían el sabor amargo de la derrota. Siete veces cada uno.

La pobreza de entonces no me permitió asistir a la pelea. Quizá fue lo mejor. Su derrota por nocaut me habría roto el corazón. Pero la vida, generosa a su manera, me dio algo aún más valioso: presenciar un entrenamiento del Pajarito.

En esos años, la plaza no solo olía a sangre de toro. También acogía funciones de boxeo, lucha libre y caravanas de artistas. Era un foro del pueblo, donde la emoción era constante y los ídolos, cercanos.

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Días antes de la pelea, gracias a la intervención del velador —el señor Vela, de Mesillas, Zacatecas, muy cerca de donde es mi familia—, logramos colarnos. Todavía le agradezco ese gesto. El premio fue ver entrenar al gladiador paisano, ídolo incondicional de todo México.

Con la boca abierta atestigüé cómo, con rabia demoledora, aporreaba una pera y un costal improvisados. Cómo saltaba la cuerda con agilidad. Y cómo, sin preámbulo alguno, se desnudó y se duchó con agua helada —la única disponible— bajo una regadera al costado del ring.

Ilustración reinterpretada de una imagen clásica de Ricardo “el Pajarito” Moreno, rodeado de miradas asombradas durante un entrenamiento. Ídolo naciente, aún sin saber que estaba escribiendo el primer acto de su propia leyenda. Ilustración: Barriozona Magazine © 2025
Ilustración reinterpretada de una imagen clásica de Ricardo “el Pajarito” Moreno, rodeado de miradas asombradas durante un entrenamiento. Ídolo naciente, aún sin saber que estaba escribiendo el primer acto de su propia leyenda. Ilustración: Barriozona Magazine © 2025

El día de la pelea, subió al cuadrilátero… y perdió. Fue su octava derrota. Era un Mike Tyson en miniatura, con una pegada letal—como “patada de mula”. De sus sesenta victorias, cincuenta y nueve fueron por nocaut, o “por la vía del cloroformo”, como solía decir un cronista. Los cronistas, personajes inolvidables que encendían la radio con su ingenio y atrapaban al oyente con su verbo: el Mago Septién en el béisbol, Ángel Fernández en el fútbol, y “el Doctor” Alfonso Morales en el box.

Del brillo al abandono

Por un tiempo, la vida le sonrió al Pajarito. Ganó buen dinero. Compró una casa en el exclusivo Pedregal de la Ciudad de México, apareció en dos películas, abrió un restaurante, se hizo de una lancha en Acapulco y de dos Cadillac convertibles.

Las malas lenguas aseguran que encendía sus cigarrillos con billetes de cien pesos —en tiempos en que un “Hidalgo” compraba quinientos panes: conchas, cochinitos, bolillos… entonces a veinte centavos cada uno.

Pero las luces lo deslumbraron. Las amistades, entre ellas el cómico Capulina y la actriz Ana Bertha Lepe, el alcohol, las drogas. Todo se fue. Pronto despilfarró hasta el último centavo.

Según el archivo BoxRec, en su carrera profesional Moreno acumuló 246 rounds de guerra: tandas interminables de tres minutos de castigo. Y eso sin contar los golpes del entrenamiento. Se estima que en cada round, un boxeador recibe doce impactos sólidos en la frente, los lados de la cabeza o el torso por encima de la cintura. No se cuentan los que rebotan en brazos y hombros. De sus doce derrotas, ocho fueron por nocaut. Peligrosos todos.

Ricardo “el Pajarito” Moreno, en pleno auge, castiga la pera con la furia que lo hizo temido en el ring. Años después, los golpes ya no vendrían de un oponente, sino de la vida misma. Foto: Archivo
Ricardo “el Pajarito” Moreno, en pleno auge, castiga la pera con la furia que lo hizo temido en el ring. Años después, los golpes ya no vendrían de un oponente, sino de la vida misma. Foto: Archivo

La factura del castigo

Con el tiempo, los golpes cobraron su factura. Pasó más de un año internado en el Hospital Campestre, un psiquiátrico en Puebla. Luego, en Zacatecas, vivió en la calle, abandonado. Dormía sobre cartones. Durante siete años esperó la muerte en Durango. El gimnasio “El Refugio” le dio techo y pan. Según imágenes que en una ocasión vi en la televisión, arrastraba una demencia evidente.

El Pajarito fue una víctima más de la brutal, salvaje y lucrativa industria fistiana. No es deporte, es negocio. Un negocio redondo que enriquece a empresarios abusivos y deleita a un público enardecido, sediento de sangre ajena.

Hoy incluso las mujeres “gozan” del mismo privilegio: matar y morir en el ring. La mexicana Jeannette Zacarías, de apenas 18 años, cayó en 2021¹. El irlandés John Cooney cayó en febrero de 2025.

Desde sus inicios en 1884, se estima que el boxeo ha cobrado más de 500 vidas dentro del cuadrilátero. Me parece poco. Solo Japón ha enterrado a 46 púgiles —amateurs y profesionales— en las últimas seis décadas. En 1953, murieron 22 boxeadores en todo el planeta. Ultiminio “Sugar” Ramos, el gran boxeador cubano que se quedó en México tras la Revolución en su país, participó en dos peleas donde murieron sus contrincantes. Quizá por eso se retiró joven, a los 28 años.

Hoy, tantos años después, sigo recordando aquella tarde del entrenamiento como un tesoro. Y sigo pensando en el Pajarito, que voló alto y cayó para no levantarse.

¹ Se incluye en la estadística a los que murieron en días posteriores a la pelea, como resultado directo de los golpes recibidos.

ENLACE EXTERNO → Leé más sobre Ricardo “el Pajarito” Moreno

N del E: Ricardo Moreno Escamilla (Chalchihuites, Zacatecas, 7 de febrero de 1937 – Ciudad de México, 25 de junio de 2008), conocido como Ricardo “Pajarito” Moreno, fue un destacado boxeador mexicano en la división superpluma. Conocido por su pegada fulminante, logró 60 victorias, 59 por nocaut, y figuró en el puesto #76 de la lista 100 Greatest Punchers of All Time de la revista The Ring. Su ascenso fue meteórico, pero su caída, trágica: pasó de la fama y el lujo al abandono y la enfermedad. Su historia encarna el lado más duro del boxeo profesional.

© 2025, Saúl Holguín Cuevas. All rights reserved.

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