Nuestra aventura arranca con el ómnibus de segunda clase, desde algún pueblo del centro sur del país azteca. Su destino: Palomas, Chihuahua; el mío, el “Puerto de San Luis”, también conocido como la Sierra de la Virgen, por la imagen plasmada en una majestuosa roca rojiza (un caserío casi fantasma, frontera con Sonora). Iba con las baterías desbordadas de entusiasmo y un chingo de ganas por llegar a la Finiquera,¹ para darle vida terrenal a muchas ilusiones.
Al segundo día de viaje, ya en el estado de Chihuahua, un retén de la PGR (Procuraduría de Gatos y Ratones). Todos los viajeros sacaron sus identificaciones, después de altisonantes saludos por parte de los señores justicia: —“¿Van para el otro lado, verdad?”
TE PUEDE INTERESAR
Lo que antes de 1521 fue la Gran Chichimeca, Nueva España a partir de 1521, y México desde 1821, lo divide, desde 1848, una frontera artificial, creada cuando Estados Unidos invadió México y le arrebató la tercera parte, todo el norte del territorio.
Toma el mando una PGR girl: —“Les están hablando. ¿Qué si van al Otro Lado, cabroncitos? A ver, ¿quién es que los lleva? ¿Cuánto les van a cobrar? ¡Contesten! Están sordos o ¿quieren que utilicemos otros métodos?”
Un oficial me preguntó: —¿Tú identificación?
—“La verdad no tengo, soy menor de edad”.
—“¡Bájate!”
Principiaba el mes de noviembre y estaba nevando. Los perros negros muy bien enchaparrados empezaron el interrogatorio:
—“¿Dónde naciste? ¿Eres mexicano? ¿Para dónde te diriges?” Un titipuchal² de preguntas que nada tenían que ver con la Navidad. Al cerciorarse que no cargaba efectivo dijeron: —“¡Súbete cabrón! Y qué no te vuelva a ver”.
Al heroico Puerto de Palomas arribamos a la madrugada. Descansé en el hotel Los Cuatro Vientos.
Muy de mañanita me levanté a talonear compañía de viaje pues no podía introducirme por los límites de New Mexico solo. Desayuné en un restaurantito de un cuate llamado el Camote y continué con la búsqueda de compañía para la expedición.
—¿”Qué onda compa? ¿Pa’ ónde va mi amigo? ¿Vámonos loco? Si jala conmigo no paga nada, sólo para hacernos compañía, usted sabe. ¿Qué, se avienta o no?”
—“¿Y qué tan larga es la travesía?”
—“Pues la mera verdad sólo son tres días con sus respectivas noches. Pero eso no es nada. El jale es 100 por ciento seguro, neta compa, no se arrepentirá”.
El mismo cuento le aventé a más de diez, pero al enterarse de lo largo de la jornada y mirar a las montañas cubiertas de blanca nieve, se abrían como palomitas de maíz. El día exhalaba sus últimos segundos de vida y no conseguí ni madres.
Me arrimé a pasar la noche en el hotelucho de don Nava, pero antes me dispuse a tirar barra, me encaminé directo al Pete’s Place, el mejorcito de Palomas. Después de un par de tequilas dobles salí a contar los pasos de los miles de personas que llenaban las calles a esas horas. Como si fueran miembros de una milicia pacifista dispuesta a cruzar la frontera. Avanzaban con rumbo a las afueras del pueblo. Todos vistiendo ropas oscuras, con gorros y gruesas chaquetas, a cuestas su mochila a punto de despanzurrarse4 por el peso interior, en la mano un galón de agua: —“Órale raza, que les vaya bonito”.
Sobres, a jetiar,³ que mañana comienza el pedo…
Dejamos a Pablito* durmiendo. Atrás queda la pobreza; adelante, una ilusión de algo mejor al final de un duro camino donde el desierto, la migra y la muerte acechan.
¹ Finiquera: Phoenix, capital del estado de Arizona
² Titipuchal: Gran cantidad de cosas o personas
³ Jetiar: Dormir
4 Despanzurrarse: Reventarse
* NOTA DEL AUTOR: Pablito es veterano de varias azarosas jornadas a través del cruel desierto de Sonora. Sin trabajo ni futuro en México, hijo de una familia pobre, se lanza a los Estados Unidos por el pequeño poblado de Palomas, Chihuahua, en busca de oportunidad.
© 2004 – 2024, Saúl Holguín Cuevas. All rights reserved.