‘Ódiame’: La joya musical de patria compartida

De un poema peruano a un pasillo ecuatoriano, de un vals criollo a un himno continental, Ódiame es una joya musical de nacionalidad disputada. Su historia es un laberinto de versiones, intérpretes y reclamos que la han convertido en un ícono sin dueño, pero con un solo destino: el corazón de toda Latinoamérica. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025
De un poema peruano a un pasillo ecuatoriano, de un vals criollo a un himno continental, Ódiame es una joya musical de nacionalidad disputada. Su historia es un laberinto de versiones, intérpretes y reclamos que la han convertido en un ícono sin dueño, pero con un solo destino: el corazón de toda Latinoamérica. Ilustración IA: Barriozona Magazine © 2025

De un poema peruano a un pasillo ecuatoriano, de un vals criollo a un himno continental: la historia de Ódiame es un laberinto de versiones, reclamos y misterios que desafían su autoría y su origen. ¿Fraude, plagio o simplemente un tesoro sin dueño?

(Phoenix, Arizona) — Para quienes acumulan millas en el viaje de la vida, Ódiame es un tema imprescindible en la memoria musical. Ya sea tarareado en la ducha o entre sorbos de un trago melancólico, este pasillo/vals ha trascendido generaciones y fronteras, consolidándose como un clásico de la música andina.

El registro oficial atribuye la letra al poeta peruano Federico Barreto y la música a su compatriota Rafael Otero. No obstante, esta afirmación es, cuando menos, discutible.

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Una cronología imposible

Un dato desmorona la versión oficial: Ódiame ya había sido grabada en 1912 y 1913, pero Rafael Otero, su supuesto compositor, nació en julio de 1921. Entonces, ¿cómo pudo musicalizar una obra anterior a su nacimiento?

Al analizar las interpretaciones del cantante ecuatoriano Julio Jaramillo y la previa de Los Tres Reyes, se observa que la canción incluye tres estrofas. Las dos primeras provienen del soneto Último ruego (1903) de Federico Barreto:

Al analizar las interpretaciones del cantante ecuatoriano Julio Jaramillo y una versión previa de Los Tres Reyes, se observa que la canción incluye tres estrofas. Las dos primeras provienen del soneto Último ruego (1903) de Federico Barreto:

Ódiame por piedad yo te lo pido…
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Odio quiero más que indiferencia.
Porque el rencor hiere menos que el olvido.

Si tú me odias quedaré yo convencido
de que me amaste mujer con insistencia,
pero ten presente de acuerdo a la experiencia
que tan solo se odia lo querido.

La tercera estrofa, con una leve modificación, proviene del poema A… del colombiano Guillermo Valencia (finales del siglo XIX):

¿Qué vale más que yo? ¡Tonta, orgullosa!
Vale lo que tu carne blanca y dura.
Los dos, al fin, entre esta humilde fosa
llevaremos la misma vestidura.

Con su voz inconfundible y su guitarra fiel, Julio Jaramillo convirtió Ódiame en un lamento eterno, en un susurro desgarrado que viaja por el alma de Latinoamérica. En cada acorde, el Ruiseñor de América canta no solo al desamor, sino a la inmortalidad de su legado. Ilustración: Barriozona Magazine
Con su voz inconfundible y su guitarra fiel, Julio Jaramillo convirtió Ódiame en un lamento eterno, en un susurro desgarrado que viaja por el alma de Latinoamérica. En cada acorde, el Ruiseñor de América canta no solo al desamor, sino a la inmortalidad de su legado. Ilustración: Barriozona Magazine

Primeras grabaciones

Las primeras versiones del tema, bajo el título El odio, evidencian que tanto la melodía como la letra ya existían antes de su popularización.

La grabación pionera se realizó en Guayaquil en 1912, en estilo pasillo, por el cantante ecuatoriano Sebastián Rosado. A las tres estrofas conocidas se le suman dos más:

De amores y odios… [no entendible] …solo te pido
Mi espantosa vida y compañera
Fue una pobre mujer, una cualquiera
Y a mi vida y amor partió conmigo.

Ahora que tengo mi triunfo asegurado
me aconsejan que te bote de mi lado,
y una mujer así deshonra y calla,
pero el triunfo no autoriza entre canallas.

Un año después, en 1913, el dúo ecuatoriano formado por Rodolfo Martínez y Alfonso Dougard la grabó en Lima, añadiendo una cuarta estrofa

Yo que rompí la lid de la victoria
premio de vencedores obtenido,
después de un ‘de’ que indica pertenencia
a lo sumo llevarás otro apellido.

Ambas versiones están disponibles en YouTube.

¿Fraude o plagio?

Si bien no se trata de un fraude en sentido estricto, lo cierto es que Rafael Otero no fue ni letrista ni compositor de Ódiame. Lo que sí puede atribuírsele es la adaptación rítmica. Mientras las grabaciones originales conservaban el lamento cadencioso del pasillo ecuatoriano, Otero la transformó en un vals criollo peruano, un género también derivado del vals europeo.

El impulso de Los Tres Reyes

La canción permaneció en relativa penumbra hasta 1959, cuando Gilberto Puente, requintista del trío mexicano Los Tres Reyes, encontró la partitura en una reunión. El documento estaba originalmente destinado al Güero Gil, de Los Panchos, quienes, por razones desconocidas, nunca la grabaron. Los Tres Reyes tomaron la iniciativa y la convirtieron en un éxito. Poco después, Julio Jaramillo, conocido como el Ruiseñor de América, inmortalizó su versión y el resto es historia.

Un himno sin dueño

El recorrido de Ódiame es testimonio de su universalidad. Su letra fusiona el modernismo colombiano con la poesía peruana, sus primeros intérpretes fueron ecuatorianos, su melodía pertenece a la tradición andina, un trío mexicano la catapultó a la fama y su primera voz, Hernando Avilés, nació en Puerto Rico

A lo largo del tiempo, Ódiame ha sido reclamada como colombiana, peruana y ecuatoriana. Sin embargo, su esencia es indiscutiblemente múltiple. Con tantos protagonistas en su creación, interpretación y difusión, no pertenece a un solo país, sino a toda Latinoamérica. Quizá la mejor manera de definirla sea como una joya andina-latina. Y tú, ¿cuál versión prefieres?

Accede todo el contenido escrito por Saúl Holguín Cuevas

(Con datos de Gustavo Leal).

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