Muchos artistas mexicanos recurrieron al muralismo después de la Revolución mexicana. En su libro Muralistas mexicanos, Orozco, Rivera, Siqueiros, Desmond Rochfort relata que el pintor, maestro de arte y revolucionario Gerardo Murillo —conocido como “Dr. Atl”— introdujo el concepto de un arte nacionalista como una respuesta a una exposición de pintura española contemporánea financiada por el presidente Porfirio Díaz en una muestra de 1910.
El presidente Díaz ejemplificaba la obsesión de la clase dominante de México con la cultura europea, mientras que la exhibición del Dr. Atl ponía de relieve la importancia del arte indígena mexicano.
Aquella exhibición fue parte de los suntuosos festejos organizados por el gobierno de Díaz para celebrar el primer centenario de la Independencia de México.
En su autobiografía, el pintor mexicano José Clemente Orozco relata que el gobierno fue presionado por el Dr. Atl y los estudiantes de la Academia de San Carlos para proveer fondos a fin de realizar la exposición de arte que se llevó a cabo en dicha institución.
La exposición despertó ese movimiento nacionalista en materia del arte, aunque ese mismo año explotaría, el 20 de noviembre, la Revolución mexicana. La expresión más amplia de ese giro hacia lo nacional se manifestaría 12 años después con el comienzo del Movimiento Muralista Mexicano, que reuniría a tres hombres de excepcionales habilidades artísticas y gran concepto de crítica que se convertirían en muralistas mexicanos y los máximos exponentes de este género.
Los tres muralistas mexicanos más reconocidos
Tres muralistas mexicanos en particular, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, se convirtieron en figuras importantes en este movimiento artístico. Rivera, Orozco y Siqueiros crecieron durante el Porfiriato, cuando la división de la tierra y la riqueza en México era excepcionalmente injusta.
Para Rivera y Siqueiros, en particular, sus tendencias políticas de izquierda influyeron en su trabajo; Siqueiros fue un estalinista prominente y Rivera, algunas veces era y otras veces no un trotskista o miembro del Partido Comunista de México. Orozco fue más crítico del número de víctimas que la Revolución costó a México.
La visión de David Alfaro Siqueiros, uno de estos tres muralistas mexicanos, sobre esta desigualdad es evidente en su manifiesto para el Sindicato de Obreros Técnicos Pintores y Escultores, (1922), al declarar en el: “Repudiamos la pintura llamada de caballete y todo el arte de cenáculo ultra intelectual por aristocrático, y exaltamos las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública. Proclamamos que toda manifestación estética ajena o contraria al sentimiento popular es burguesa y debe desaparecer porque contribuye a pervertir el gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertido en las ciudades. Proclamamos que siendo nuestro momento social de transición entre el aniquilamiento de un orden envejecido y la implantación de un orden nuevo, los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo del arte, que actualmente es una manifestación de masturbación individualista, una finalidad de belleza para todos, de educación y de combate”.
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