(México) — Tres monolitos mexicas de la arqueología mexicana representaron en la antigüedad a tres elementos fundamentales en la vida cotidiana de los habitantes de Tenochtitlan, como lo eran el sol, la luna y la tierra.
Los monolitos de la Piedra del Sol, Coyolxauhqui y Tlaltecuhtli son esculturas indispensables para entender la historia y la narración mitológica mexicas, según el destacado arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, quien recientemente disertó sobre la importancia de estas grandes piedras esculpidas de la cultura mexica.
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La Piedra del Sol o Calendario Azteca
Uno de los símbolos más emblemáticos de la cultura mexica es el monolito de la Piedra del Sol, conocido también como Calendario Azteca.
Esta magnífica piedra de 20 toneladas de peso en exhibición en el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México, fue descubierta el 17 de diciembre de 1790 en el Zócalo de esta ciudad.
Matos Moctezuma afirma que entre los monolitos mexicas, este se caracteriza por la representación que en su centro hace de la deidad mexica Tonatiuh, la cual se basa en la creencia que tenían los pobladores de Tenochtitlan sobre de las tres fases por la que atravesaba el sol día a día.
De acuerdo al investigador emérito del Instituto Nacional De Antropología e Historia (INAH), “Cuando amanecía, vigoroso y radiante, el sol evocaba a Huitzilopochtli que resurgía del inframundo”, luego, al mediodía se trasmutaba en Tonatiuh como una figura vigilante y protectora”.
Matos Moctezuma añadió que el sol “finalmente, pasaba por una tercera fase que era el ocaso, cuando las cihuateteo (mujeres muertas en su primer parto y, por lo mismo, consideradas guerreras) se unían a él antes de que fuese engullido por la tierra”.
Coyolxauhqui, la diosa de la luna
La piedra Coyolxauhqui, hallada en febrero de 1978, es otro de los monolitos mexicas de suma importancia en las creencias religiosas de este pueblo.
Coyolxauhqui está directamente asociada al principal mito de los mexicas, y en torno al nacimiento de Huitzilopochtli, su dios guerrero.
Mediante esta deidad, afirma Matos Moctezuma, los mexicas “justificaron el poder conquistar y exigir tributo” a una gran cantidad de señoríos y culturas de Mesoamérica que se vieron subyugados por Tenochtitlan.
La leyenda mexica establece que Coatlicue concibió mediante una bola de plumas que recogió del cielo, lo cual representó para sus hijos una ofensa que ameritaba la muerte, quienes fueron liderados por la guerrera Coyolxauhqui, ataviada con penacho y vestimenta para la guerra.
El arqueólogo afirma que “El desenlace de ese mito está representado en el adoratorio sur del Templo Mayor”.
Matos Moctezuma agrega que esa parte del basamento de la máxima estructura de Tenochtitlan simboliza al cerro de Coatepec, donde el mito mexica sostiene que sucedió el combate entre Huitzilopochtli, victorioso en la cima, y Coyolxauhqui.
El monolito de la diosa de la luna representa su derrota y desmembramiento, lo cual se corroboró al ser encontrado al pie de las escalinatas de las ruinas del Templo Mayor.
Tlaltecuhtli, diosa de la tierra
El último de los monolitos mexicas asociado a los tres elementos mencionados es el de Tlaltecuhtli, cuyo hallazgo se dio a conocer en octubre de 2006.
Según el arqueólogo, el simbolismo de Tlaltecuhtli se ligaba con la cualidad que esta diosa tenía para engullir a los muertos y al sol mismo, hasta el esperado punto de su reaparición por el oriente.
En su ponencia, Matos Moctezuma puntualizó que estos monolitos mexicas representan una gran cantidad de “mitos e información no sólo histórica sino también científica, es decir, no son solo piedras con figuras talladas”.
Monolitos mexicas, clave para entender la religión en Tenochtitlan
El estudio de estos tres monolitos referidos por Eduardo Matos Moctezuma ayuda a conocer y entender muchas de las interrogantes que hasta hace unas décadas parecían no tener respuesta.
Gracias a los constantes trabajos de excavación en la zona arqueológica del Templo Mayor, a la continua investigación de los expertos, y tras cumplirse 500 años de la llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlan, muchos de los misterios se ha disipado con el conocimiento adquirido más allá de la pétrea y admirable apariencia de estos tres monolitos mexicas.
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