‘La hija del judío’: colonialismo, antisemitismo y el rol de la mujer del siglo XIX en una novela histórica mexicana

La novela "La hija del judío" de Justo Sierra O'Reilly relata la lucha por una belleza de ascendencia hebrea en un mundo y época marcados por el racismo y la persecución implacable de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica hacia los judíos. En ese contexto, el rol de la mujer es subordinado, reflejando desde el título la visión de la mujer como una posesión. Ilustración IA: AdobeStock
La novela "La hija del judío" de Justo Sierra O'Reilly relata la lucha por una belleza de ascendencia hebrea en un mundo y época marcados por el racismo y la persecución implacable de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica hacia los judíos. En ese contexto, el rol de la mujer es subordinado, reflejando desde el título la visión de la mujer como una posesión. Ilustración IA: AdobeStock

Crítica y comentario sobre la novela La hija del judío.

(Phoenix, Arizona) — La ficción histórica mezcla personajes de la historia con acciones imaginadas. Esta modalidad fue popularizada por el escritor escocés Walter Scott con su novela Ivanhoe (1819). La acción nos transporta a 1194, en Anglia, lo que hoy llamamos Inglaterra, entonces una conflictiva tierra de salteadores de caminos, concluida la Tercera Cruzada, cuando los normandos mandaban en la isla. Ivanhoe es una aportación valiosa a la novela del siglo XIX; su influencia se nota, entre otros, en Dumas padre.

La hija del judío se considera la primera novela histórica mexicana, obra del yucateco José Turrisa[1], es decir, Justo Sierra O’Reilly (Mérida, 1814). Fue publicada originalmente como folletín en 1848 y 1849 en El Fénix de Campeche, mientras que la primera edición se publicó en 1864. A pesar del tiempo y de ser México un país de pocos lectores[2], la novela acumula, por lo menos, 11 impresiones[3].

A semejanza de Invahoe, La hija del judío narra una batalla por una belleza de sangre hebrea en un tiempo y un mundo racistas, donde la Santa Inquisición persigue a los judíos de forma rencorosa y cruel. Sierra ubica la acción en 1660, en plena época colonial. Detalla una batalla entre los poderes coloniales en la provincia de Yucatán, entonces unida con territorios de los actuales estados independientes de Campeche y Quintana Roo.

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Trama de La hija del judío

La disputa es entre clérigos, quienes pugnan por la herencia de una muchacha bella, supuestamente hija de un judío y enamorada del hijo de un hombre rico. Por una parte, el Deán (comisario de la Inquisición) y el obispo maquinan para encerrar a la muchacha en un convento; de esta forma, no podrá casarse, y sin esposo ni hijos, toda su fortuna iría a manos de los inquisidores.

Se oponen un astuto cerebral, Prepósito, (mandón) de los jesuitas, y su discípulo. Ambos abogan por los enamorados. Una vez que se vean libres, tendrán que abandonar la provincia para evitar chismes y enredos, y de paso dejarán sus bienes a nombre de la Sociedad de Jesús. En otras palabras, es un pleito por dinero, que a final de cuentas viene a quedar en el hijo de los enamorados.

La novela La hija del judío es un extraordinario viaje turístico al pasado, conducido por Sierra, un experto detallista que nos adentra en el Yucatán colonial. Nos lleva por templos y claustros, describiendo trajes, vestidos, carruajes, hogares y alimentos, así como el cruel tormento (tortura) del agua fría.

Inclusive, el enamorado Luis, hijo de un poderoso, es enviado a México, la capital. Sierra nos describe la institución educativa más famosa de entonces, el Colegio de San Ildefonso, donde se instruía a los hijos de los ricos e influyentes y no se permitía la entrada “a jóvenes negros ni mulatos, ni mestizos, ni indios”. 

Justo Sierra O’Reilly, escritura elegante y rebuscada

Sin afirmar que cierto libro “es el mejor del siglo” que lo vio nacer —algo que un experto puede hacer—, aunque no dé en el blanco, estaría cerca. Lo que sí me atrevo a destacar es que La hija del judío es una de las escrituras más elegantes de la literatura mexicana, aunque Sierra se engolosina con el lenguaje y cae en excesos que dificultan la lectura: El Comisario del Santo Tribunal de la Inquisición, establecida en los dominios de Su Majestad Católica, para perseguir la herética pravedad, no hallando de pronto que replicar apeló otra vez al bernegal [taza] para mitigar la sed.

Se dice en inglés que “el diablo está en los detalles”. Imaginen esta mesa bien puesta, que apreciaría el más desganado. Desayunan los enemigos, el Dean de la Inquisición y el jesuita: Había en medio una mesa redonda cubierta de un mantel limpio de alemanisco de Valladolid, y sobre ella se veían dos jícaras de China llenas de aromático, humeante y espumoso chocolate, con algunos azafates [cestillas] de bizcochos, hojaldres, alfajores, turuletes, arepas, marquesotes y otras golosinas apetitosas que se estilaban en nuestras mesas de desayuno, y cuyo uso las impertinentes costumbres modernas están a punto de desterrar también, pretendiendo darnos en lugar de chocolate ¡quién lo creyera! un cocimiento de cierta yerba astringente y amarga.

En las novelas de esa época, el papel de la mujer es secundario; ya desde el título queda claro que es considerada una propiedad (“la hija de). En efecto, María es descrita como bella, obediente, religiosa y recatada; apenas se permite ver de reojo a su pretendiente. Sin embargo, destaca a María Altagracia como una mujer de armas tomar que seduce al gobernador, el Conde de Peñafiel, que había traicionado a su marido. La mujer se venga, puñal en mano, poniendo fin a una larga historia de “arbitrariedades, engaños, robos, abusos, crímenes”. Sobresale este ajusticiamiento porque la Santa Hermandad —una sociedad secreta de hombres poderosos— son los primeros en decidir deshacerse del bribón y, mire usted, es una mujer la quien empuña el arma.

N del E: Esta excelente crítica literaria de Saúl Holguín Cuevas de La hija del judío nos ayuda a ver que, más allá de ser una obra literaria, es un espejo que refleja la sociedad y la época en la que fue escrita. La exploración de Justo Sierra O’Reilly de temas como el antisemitismo y el colonialismo, nos ofrece una visión única de la historia mexicana. Como lo apunta nuestro crítico literario, su relevancia perdura hasta el día de hoy, y su influencia se puede ver en las obras de muchos escritores contemporáneos. La hija del judío es una novela imprescindible para cualquier amante de la literatura mexicana y un testimonio valioso de su época. Y, quizás lo más importante, 170 años después de su publicación, es que la novela adquiere un nuevo significado en 2024, cuando una mujer mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo, hija de un judío, fue elegida como la primera presidenta de México, marcando un hito en la historia del país.

Aviso al lector: El autor, Saúl Holguín Cuevas, retomará, tras un receso de verano, la crítica de otras obras literarias destacadas del prolífico siglo XIX, época dorada de la novela. Agradece a Barriozona Magazine la publicación e ilustración de su trabajo.


[1] Seudónimo; anagrama de Justo Sierra.

[2] Consultar el Módulo Sobre Lectura (MOLEC) 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

[3] Recomiendo la versión de la Universidad Veracruzana del 2008, editada con lujo de detalles por el estudioso Manuel Sol. Aléjese de la edición de Antonio Castro Leal para Editorial Porrúa (1959).

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