(Phoenix, Arizona) — Hoy en día, millones de personas han apostado por un modelo laboral que les promete independencia, flexibilidad y altos ingresos: la economía gig. Desde conductores de Uber hasta creadores de contenido en plataformas como YouTube, este modelo ha ganado terreno al ofrecer la posibilidad de ser el propio jefe y organizar el tiempo. Pero, ¿realmente se cumple esa promesa de libertad y éxito?
Historias de éxito de personas que, tras abandonar su empleo tradicional, alcanzan la independencia financiera, son inspiradoras. Sin embargo, para cada historia de éxito, existe un gran número de trabajadores atrapados en una realidad mucho menos gloriosa: jornadas laborales extensas, ingresos inestables y la ausencia de prestaciones y protecciones típicas de un empleo convencional. Así, la economía gig, lejos de ser solo una vía hacia la autonomía, también plantea serias dudas sobre su sostenibilidad y el bienestar de quienes la adoptan.
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¿Qué es la economía gig?
Según el Banco Interamericano de Desarrollo, la economía gig* es un modelo que se aleja del empleo convencional, donde las personas realizan tareas específicas y reciben un pago por sus servicios de manera autónoma.
El 16% de los adultos en Estados Unidos ha participado en alguna actividad de la economía gig, según un informe del Centro de Investigaciones Pew de 2021. Aunque la popularidad de este modelo es evidente, también surgen preguntas sobre su sostenibilidad y su impacto en la calidad de vida quienes optan por el trabajo independiente. La idea de libertad y autonomía, que atrae a tantos, no está exenta de desafíos y realidades menos glamorosas.
La promesa de libertad: ¿realidad o servidumbre moderna?
El principal atractivo de la economía gig es la flexibilidad: la posibilidad de trabajar sin jefes, con horarios flexibles y desde cualquier lugar. Sin embargo, esta libertad viene acompañada de importantes sacrificios.
Un estudio de la Universidad de California, Berkeley, muestra que conductores de Uber y Lyft, por ejemplo, suelen trabajar más de 40 horas a la semana y apenas superan el salario mínimo. Además, los algoritmos que determinan las tarifas y asignaciones son opacos, dejando a los trabajadores con poco control sobre sus ganancias.
En plataformas como YouTube, los creadores de contenido enfrentan una situación similar. Según un análisis de Riverside, un YouTuber con 1,000 suscriptores puede ganar entre $30 y $300 dólares mensuales, dependiendo de diversos factores, como la cantidad de visualizaciones y la lealtad de su audiencia. Este modelo, que depende de fluctuaciones externas, aleja a muchos de la tan deseada estabilidad financiera.
¿Quién realmente se beneficia de la economía gig?
A pesar de las dificultades de los trabajadores autónomos, las grandes plataformas tecnológicas siguen obteniendo grandes ganancias. En 2023, Uber reportó una ganancia neta de casi 1,900 millones de dólares, mientras evita clasificar a sus conductores como empleados y se ahorra los costos de prestaciones laborales. Las comisiones que cobran las plataformas, entre el 25% y el 30% de cada transacción, dejan a los trabajadores con una porción mínima de las ganancias, aunque ellos asumen los costos operativos.
Además, el éxito en plataformas como Instagram o TikTok es la excepción. Un estudio de Influencer Marketing Hub revela que solo el 1% de los creadores de contenido gana más de cien mil dólares anuales. Mientras tanto, la mayoría de los creadores enfrentan una ardua lucha por generar ingresos, a menudo gastando más en publicidad y equipo de lo que logran ganar.
Según una encuesta de HypeAuditor, el ingreso promedio de un influencer es de $2,970 dólares mensuales, con variaciones significativas entre los microinfluencers y los megainfluencers. Sin embargo, incluso los creadores de contenido más exitosos enfrentan un mercado extremadamente competitivo y volátil.
La ilusión de ser “tu propio jefe”
La noción de ser autónomo y tener el control total de la carrera es atractiva, pero también acarrea responsabilidades adicionales. Los trabajadores de la economía gig no solo realizan su labor principal, sino que también deben gestionar su propia contabilidad, marketing y servicio al cliente, lo que puede resultar en jornadas extenuantes y altos niveles de estrés.
Un informe del Instituto de Políticas Económicas de 2021, señala que los freelancers dedican, en promedio, 20 horas mensuales a tareas administrativas no remuneradas. Además, el 70% de los trabajadores freelance indica que trabaja más horas de las que desearía debido a la inestabilidad de sus ingresos.
La precariedad laboral en la economía gig
A medida que la economía gig sigue en expansión, queda claro que este modelo no es sostenible para todos. Aunque algunos logran alcanzar el éxito, la mayoría enfrenta un panorama de precariedad laboral, falta de prestaciones y ausencia de seguridad financiera.
Según informes de la Organización Internacional del Trabajo, el 85% de los trabajadores de la economía gig carecen de acceso a seguros médicos o planes de retiro. Además, una encuesta sobre trabajadores independientes revela que muchos ganan por debajo del salario mínimo y enfrentan dificultades económicas, como la imposibilidad de pagar sus facturas o alimentarse adecuadamente.
Asimismo, el impacto de la economía gig en la salud mental de los trabajadores es significativo y a menudo negativo para no tenerlo en cuenta. La constante presión por conseguir ingresos, la incertidumbre laboral y la falta de un horario fijo generan altos niveles de estrés y ansiedad.
A lo anterior hay que añadir la ausencia de un entorno laboral estable y de apoyo social, propio de los empleos tradicionales, puede aumentar el sentimiento de aislamiento.
Todos estos factores, combinados con la carga emocional de ser el propio jefe y gestionar todos los aspectos del trabajo, como la contabilidad y la atención al cliente, pueden llevar a la fatiga mental y al agotamiento.
¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar?
Es fundamental cuestionar si la economía gig puede ser el modelo laboral del futuro, o si simplemente está perpetuando desigualdades estructurales. Las plataformas tecnológicas continúan expandiéndose, pero los gobiernos y las sociedades deben exigir regulaciones que garanticen salarios dignos, beneficios laborales y estabilidad para todos los trabajadores.
La economía gig no puede seguir presentándose como una forma de libertad mientras fomenta condiciones de trabajo precarias. La solución no es abandonar el modelo, sino transformarlo en uno que funcione para todos, no solo para unos pocos privilegiados.
* La palabra gig en inglés se refiere a trabajos temporales o por encargo, y en el contexto de la “economía gig,” describe un modelo laboral basado en tareas independientes en lugar de empleos tradicionales.
Nota al lector: Fuentes citadas en este artículo provienen de sitios en inglés, te invitamos a utilizar la función de traducción de tu buscador para acceder a ellas en español y obtener más información detallada sobre los temas tratados.
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