(Estados Unidos) — ¿Pueden las máquinas ser nuestras amigas? ¿Qué significa ser consciente? Estas son solo algunas de las preguntas que Isaac Asimov exploró en su obra visionaria. Nacido hace 104 años hoy, Asimov es considerado uno de los padres fundadores de la ciencia ficción y la Inteligencia Artificial (IA). Sus historias no solo eran entretenidas, sino que también planteaban preguntas importantes sobre el futuro de la humanidad.
Es probable que los fanáticos de la ciencia ficción estén descorchando botellas de champán positrónico mientras celebran el cumpleaños de Asimov, el escritor que soñaba de joven con robots mientras esquivaba pichones en las calles de Brooklyn, Nueva York, y escribía sagas que aún resuenan en los cañones de silicio de nuestra era de la IA.
Asimov no era tu típico nerd científico. Era una mezcla heterogénea de brillantez, un malabarista de la bioquímica, la historia y la escritura, como un pulpo literario con un tutú. A los 11 años, ya estaba metido hasta el cuello en revistas científicas; a los 18, publicando historias por cinco centavos, y a los 21, luciendo un doctorado en bioquímica como una insignia de honor. Hablamos de una triple amenaza que haría que Da Vinci lo mirara dos veces.
Pero el verdadero truco de magia de Isaac Asimov no fue preparar pociones en un laboratorio o memorizar la tabla periódica de los elementos. Estaba infundiendo vida a los robots, no solo a esos ruidosos con engranajes manchados de grasa, sino también a aquellos que luchaban con la ética, las emociones y ocasionalmente arrojaban fugas de aceite existenciales.
Los robots, las emociones y las leyes de la robótica
Asimov fue uno de los primeros autores de ciencia ficción en explorar la idea de robots con emociones. Sus robots no solo eran máquinas programadas, sino que también eran capaces de sentir amor, miedo, ira y otras emociones.
La empresa de inteligencia artificial SoftBank Robotics está desarrollando robots con emociones. Su robot semi-humanoide Pepper, por ejemplo, es capaz de reconocer las emociones humanas y responder a ellas de forma adecuada.
Las Tres Leyes de la Robótica de Asimov no eran solo recursos argumentales; eran un cóctel cósmico de precaución y esperanza, un modelo para un futuro en el que los humanos y las máquinas pudieran brindar sin que nadie sufriera una resaca de circuitos fritos. La empresa de robótica Boston Dynamics utiliza las Tres Leyes de la Robótica como base para el desarrollo de sus robots.
Piénsalo: robots programados para evitar dañar a los humanos, obligados a obedecer (a menos que eso signifique lastimar a alguien) e incluso equipados con una saludable dosis de autoconservación (siempre que no entre en conflicto con los dos primeros).
En una época en la que los algoritmos seleccionan cada uno de nuestros clics y los automóviles autónomos se acercan cada vez más a la realidad, las reglas de Asimov se sienten menos como ciencia ficción y más como un manual de usuario para nuestros compañeros de cuarto robots.
Pero Asimov no se limitaba a tuercas y tornillos; todo para él giraba en torno a las emociones. Sus historias no eran simplemente sobre robots reparando naves espaciales o enfrentándose a IAs rebeldes (aunque también lo hizo, con suficientes rayos láser como para iluminar una bola giratoria de discoteca).
Trataba las complicadas cuestiones humanas: el amor, la pérdida, la ambición y el temor existencial que surge al darse cuenta de que tu tostadora podría estar juzgando tus habilidades para tostar pan. Nos obligó a plantearnos preguntas incómodas: ¿qué significa ser consciente? ¿Pueden las máquinas ser nuestras amigas? ¿Y quién decide cuándo una Roomba –el robot aspirador con Wi-Fi– pasa de ser una simple máquina que aspira a dominar nuestra vida?
Isaac Asimov, más relevante que nunca en la era de la Inteligencia Artificial
Al iniciar el año 2024, los ecos de la obra de Asimov están por todas partes. Siri responde atrevidamente a nuestras órdenes, los robots realizan cirugías con manos más firmes que cualquier cirujano con cafeína y los algoritmos escriben canciones que harían a Shakira mover sus caderas. Es un mundo feliz y, a veces, parece que nos precipitamos hacia la singularidad como un cometa sobre patines. Pero bueno, al menos contamos con la sabiduría de Asimov para guiarnos.
No hay duda de que en este cumpleaños del genio de Brooklyn, sus fanáticos en todo el mundo levantaron una copa (o un batido de proteínas, si están canalizando su Asimov interior) y brindaron por el hombre que nos dio robots con corazones, historias de advertencia con ingenio y un futuro en el que los humanos y las máquinas pueden, tal vez, solo tal vez, ser mejores amigos.
Hay que tener en cuenta que su legado no es un libro de reglas polvoriento en una biblioteca; es un tema de conversación actual. Mientras codificamos el próximo capítulo de la saga de la IA, dejemos que las palabras de Asimov sean nuestra estrella del norte, recordándonos que la clave para el futuro no es más potencia de procesamiento, sino más “corazones positrónicos”.
En un mundo cada vez más dominado por la IA, la obra de Isaac Asimov es más relevante que nunca. Sus historias nos ayudan a comprender los desafíos y las oportunidades que presenta la IA, y nos inspiran a pensar en el tipo de futuro que queremos crear.
Entonces, la próxima vez que interactúes con un robot o un algoritmo, tómate un momento para pensar en Isaac Asimov. Es gracias a su visión que estos dispositivos son ahora una parte de nuestra vida cotidiana.
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