(Hermosillo, Sonora) –– Dos años después de la tragedia en la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, las heridas siguen tan profundas como aquel fatídico viernes 5 de junio del 2009.
La gente y la ciudad no logran recuperarse de la pérdida de 49 niños que perecieron víctimas de un incendio en una guardería infantil, donde dormían tranquilamente más de doscientos bebés, todos menores de cuatro años de edad.
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La tristeza se respira en el aire y se refleja en los rostros de los hermosillenses. Nadie escapa a este dolor que marcó a la ciudad y a cada uno de sus habitantes. No hay residente que platique del suceso sin que se le quiebre la voz; muchos rompen en llanto y ni siquiera llegaron a conocer a los niños.
Ayer por la tarde mientras caminaba por la Plaza Emiliana de Zubeldía, donde están las cruces en memoria de los menores, vi una escena que me dejó sin palabras. Un hombre indigente se aproximó a las 49 cruces, se paró a no más de un metro de distancia, se llevó las manos hacia atrás, agachó la cabeza y empezó a rezar.
Me llamó la atención porque, minutos antes, vi a este mismo hombre que casi caía al intentar levantarse de donde estaba acostado debajo de un árbol del parque.
Después de rezar de pie por unos minutos, el individuo que aparentaba tener unos 50 años de edad, se dejó caer sobre sus rodillas y mientras continuaba rezando, se echó a llorar. Su rostro reflejaba una profunda tristeza. Sus lágrimas le rodaban por las mejillas y su mirada parecía perdida. Sentí tan profundo su dolor que me hizo pensar que alguno de los niños era de su misma sangre, pero no tenía ninguna relación de parentesco con ellos.
“Aquí vive en el parque y con frecuencia les reza y llora”, me dijo otro señor que vende boletos de lotería justo enfrente de donde están las cruces. “Pero no es el único”, prosiguió el voceador de boletos. “Aquí todos los días llega gente a rezarles y a llorar por ellos”.
La tragedia de la Guardería ABC, ejemplo de la corrupción, ineficiencia, nepotismo del gobierno
Y en efecto, la gente en Hermosillo sigue llorando la tragedia como si hubiera ocurrido ayer, aunque están por cumplirse dos años. Y qué decir de los padres y familiares de los 49 niños, ellos aún están inconsolables y no sólo por la pérdida de sus bebés, sino por la frustración e impotencia de saber que los verdaderos responsables de este crimen aún están libres.
Las 49 muertes y el más de un centenar de niños menores de cuatro años que resultaron heridos en el incendio, son un vivo ejemplo de la corrupción, ineficiencia, nepotismo y tráfico de influencias que se vive en todos los niveles del gobierno mexicano. Los propietarios de la guardería, influyentes personajes de la sociedad sonorense y familiares de importantes políticos estatales y federales, continúan paseándose por la calles como si nada hubiera pasado.
Los padres de los menores, por su parte, aseguran que mientras tengan vida seguirán luchando por encontrar justicia, y recurrirán a todas las instituciones judiciales posibles, así como a organismos internacionales sobre derechos humanos para que les ayuden a esclarecer, lo que ellos consideran el crimen más atroz cometido contra niños en la historia de México.
Nota del editor: El autor de este artículo, Pedro Ultreras, también produjo el documental ABC: nunca más, que presenta la tragedia en la estancia infantil de Hermosillo, Sonora por medio de los testimonios de los propios padres de familia de las víctimas.
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