(Hermosillo, Sonora) –– Le llamaban “Conejín” de cariño y a él le gustaba su apodo, pero su nombre verdadero era Germán Paul; Germán como su padre y Paul por su abuela materna quien se llama Paula.
“Conejín” llegó a la vida de sus padres, Ofelia Vázquez y Germán León, como un milagro de la vida, después de cinco años de intentar varios tratamientos de fertilización, cuando ya se habían dado por vencidos. Ofelia había descontinuado los tratamientos, cansada de tantas falsas esperanzas. Culpaba en parte a sus 38 años de edad; se sentía vieja y creía que nunca llegaría a ser madre.
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Cuando el doctor le dijo que estaba embarazada se rehusó a creerlo. Esa noche le platicó a su esposo y le mostró los análisis que así lo indicaban, sin embargo ninguno de los dos se quiso emocionar. Tenían miedo que fuera un resultado equivocado y decidieron esperar una segunda prueba.
Nada en la vida los había hecho tan felices que saber que iban a ser padres. El resultado de la segunda prueba de embarazo les confirmó el milagro que habían estado esperando. Así, Germán Paul se convirtió en la luz de su existencia. Vivían para adorarlo.
“Era un niño juguetón y cariñoso que quería parecerse en todo a su padre”, dice con voz entrecortada Ofelia y tratando de contener el llanto.
Germán Paul fue uno de los 49 niños que murieron en el incendio de la estancia infantil ABC ese fatídico 5 de junio del 2009. El pequeño perdió la vida dos días después de haber cumplido cuatro años. “Conejin” falleció por quemaduras en el ochenta por ciento de su cuerpo.
Desde la muerte de su hijo, la vida no tiene sentido para este matrimonio. Lo único que los impulsa es la lucha por la justicia. No quieren que la muerte de su bebé quede impune y dicen que llegarán hasta las últimas consecuencias para que se ponga tras las rejas a los verdaderos culpables, y evitar que en México vuelva a ocurrir otra tragedia similar.
La agonía del dolor que viven por la pérdida de su hijo y la desesperación por no tenerlo más, los ha llevado a intentar buscar otro embarazo. Ofelia se ha sometido a nuevos tratamientos de fertilización, pero sabe que no será fácil pues ya rebasa los 40 años, y los médicos le dan pocas esperanzas, aunque sigue creyendo en milagros, tal como le ocurrió la primera vez.
Por ahora ambos viven pegados a los recuerdos que su hijo les dejó. El cuarto de Germán Paul continúa intacto. Su mamá ha seguido comprándole carritos como a él le gustaban. Cuando están en casa, pasan el tiempo viendo sus fotografías —tienen cientos de ellas— sobre las paredes de la sala, en el cuarto de ellos y el del bebé, y varios álbumes que han decorado con su nombre y otros detalles que les permite mantener su memoria viva.
Germán Paul hubiera cumplido seis años de edad el 3 de junio, justo el día que platiqué con Ofelia y Germán, y a 48 horas de conmemorar el segundo aniversario de esta gran tragedia.
Nota del editor: El autor de este artículo, Pedro Ultreras, también produjo el documental ABC: nunca más, que presenta la tragedia en la estancia infantil de Hermosillo, Sonora por medio de los testimonios de los propios padres de familia de las víctimas.
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