El Día de los Muertos y los grabados de Posada y Manilla

"Gran calavera eléctrica, que se les va a regalar, calavera muy fachosa de pura electricidad", una ilustración clásica de José Guadalupe Posada.

El Día de los Muertos es una de las tradiciones más arraigadas en la sociedad mexicana. El primero y el dos de noviembre —el “Día de Todos los Santos” y el de los “Fieles Difuntos”, respectivamente— se celebran cada año con una serie de rituales que históricamente se han conservado. Estos difieren únicamente por la época y el lugar, y aunque algunos corren el peligro de desaparecer, su esencia continúa presente en nuestras costumbres. Costumbres que acentúan la particularidad del mexicano.

Dentro de estas tradiciones del Día de los Muertos podemos recordar la obra de José Zorrilla, “Don Juan Tenorio”, que año con año se presenta en teatros de México por estas fechas; las bellas ofrendas, en las que con los diversos platillos mexicanos y flores de cempasúchil y sempiterna, se recuerda a familiares y amigos que descansan la paz eterna; los niños que con una caja de cartón agujereada a manera de “calaca” y una vela para iluminar a sus difuntos deambulan por las calles diciendo “¿No me da mi calavera?”; y, por supuesto las famosísimas “calaveras” en forma de texto que ridiculizan a los personajes del momento, políticos y populares.


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Se reconoce como iniciador de este movimiento de satirización a José Guadalupe Posada (!852-1913), de quien hasta después de su muerte, y gracias a la labor de reconocimiento y difusión que sobre él hicieron los grandes exponentes del muralismo mexicanoDiego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco—, se valoró su obra.

Sin embargo, el reconocimiento para el precursor y maestro de Posada en utilizar la técnica de champlevé (grabado sobre una placa de zinc), y representar las costumbres de fines del siglo XIX y principios del XX, Manuel Manilla, aún no ha llegado completamente.

Manuel Alfonso Manilla (1830-1895) Ciudad de México) fue un artista gráfico que en 1882 comenzó a trabajar en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, donde produjo alrededor de 500 ilustraciones para hojas volantes, libros infantiles y otras publicaciones. Fue él quien creó las primeras “calaveras”, convirtiéndose en una gran influencia para Posada, quien llegó a ser el grabador principal de la imprenta después de que Manilla se retiró en 1892. Manilla y su hijo abrieron su propia tienda en la Ciudad de México, en donde continuó haciendo ilustraciones hasta su muerte de tifus en 1895.

Tanto Posada como Manilla nacieron durante la segunda mitad de 1800, justo cuando la tremenda herida de la intervención norteamericana de 1847 estaba aún fresca. México había perdido más de la mitad de su territorio; a ambos les tocó vivir en su niñez y adolescencia, el estremecimiento de las Leyes de Reforma, la intervención francesa, la dictadura de Porfirio Díaz y la gestación y el triunfo de la Revolución mexicana.

Precisamente por ser gente del pueblo, su trabajo fue para el pueblo; Posada y Manilla supieron entender tan profundamente el alma de sus contemporáneos, que en el siglo XXI su obra sigue vigente en el corazón de la gente, como en un afán de revivir las épocas pasadas.

Posada y Manilla iniciaron su trabajo en el taller de imprenta de Antonio Vanegas Arroyo en la Ciudad de México, editorial especializada en literatura popular para las masas, la cual era distribuida por las plazas y mercados, a los pueblos más remotos del país y hasta entre los mexicanos en Estados Unidos en forma de hojas volantes de distintos colores llamativos

Una hoja volante ilustrada por Manuel Manilla titulada Calaveras Dominicales.
Una hoja volante ilustrada por Manuel Manilla titulada Calaveras Dominicales.

Gracias a estas hojas volantes se pudo difundir el trabajo de los precursores del grabado mexicano, quienes creaban sus ilustraciones a fin de hacer más agradable la vida a aquel pueblo que estaba muy lejos del otro mundo de los teatros lujosos, donde los “señores”, de acuerdo con las costumbres aristocráticas europeas, se divertían con espectáculos de las mejores compañías extranjeras —en ocasiones no las mejores— pero siempre extranjeras.

Por eso los papeles de color —las hojas volantes— tuvieron una gran acogida, ya que en ellos se propagaban cuentos para niños, corridos, cartas o declaraciones amorosas, comedias, títeres, canciones, reseñas de desastres, recetas de cocina, adivinanzas y juegos populares como la Oca o Serpientes y Escaleras.

A las calaveras, Posada y Manilla, las revivieron, las vistieron de gala y las llevaron a jolgorios de la barriada, a la calle citadina, a las casas de los ricos, las montaron en bicicleta y a caballo en un humorístico festín macabro.

Los famosos grabados de las figuras esqueléticas cómicas de José Guadalupe Posada lo hacen hoy en día uno de los más populares ilustradores mexicanos.
Los famosos grabados de las figuras esqueléticas cómicas de José Guadalupe Posada lo hacen hoy en día uno de los más populares ilustradores mexicanos.

Los grabados de Posada y Manilla, impresos en el taller de Vanegas Arroyo, señalaron gráficamente las lacras, las miserias y los errores de la sociedad de su época, y tan importante fue su difusión de las sátiras de políticos banales, ambiciosos y tiránicos, que en ocasiones fueron a dar a la cárcel.

Su obra fue muy extensa, por tal motivo ha sido difícil recopilarla, sin embargo, gran parte de ella puede apreciarse en las diferentes exposiciones que presentan cada año a manera de homenaje a Manuel Manilla, José Guadalupe Posada y Antonio Vanegas Arroyo, que difícilmente serán olvidados por el pueblo mexicano.

En el ámbito cultural, la tradición del Día de los Muertos no sería la misma sin las clásicas imágenes de los grabados creados por estos artistas populares, que sin sospecharlo crearon un conjunto de trabajo que hoy no solamente se valora y se busca, sino que ha sido objeto de estudio y tema de números libros y tesis universitarias.

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