Distribución de la pena de muerte en Estados Unidos

La pena capital tiene como fin poner fin a la vida de aquellos individuos a quienes se les impone este castigo, en vez de confinarlos a permanecer en prisión el resto de sus vidas. Foto: Especial
La pena capital tiene como fin poner fin a la vida de aquellos individuos a quienes se les impone este castigo, en vez de confinarlos a permanecer en prisión el resto de sus vidas. Foto: Especial

(Estados Unidos) — Del promedio de veinte mil homicidios que se cometen cada año en Estados Unidos, menos de trescientos asesinos convictos son sentenciados a la pena de muerte. De esa cantidad, solo menos de treinta condenados a muerte han sido ejecutados en cualquiera de los años más recientes, muriendo la mayoría de ellos de edad avanzada.

A pesar del comparativamente bajo número de ejecuciones consumadas, debido a sus singulares características, la pena de muerte genera una apasionada y perenne polémica, al mismo tiempo que plantea serias interrogantes morales acerca de su uso.


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Del promedio de veinte mil homicidios que se cometen cada año en Estados Unidos, menos de trescientos asesinos convictos son sentenciados a la pena de muerte. De esa cantidad, solo menos de treinta condenados a muerte han sido ejecutados en cualquiera de los años más recientes, muriendo la mayoría de ellos en edad avanzada.

A pesar del comparativamente bajo número de ejecuciones consumadas, debido a sus singulares características, la pena de muerte genera una apasionada y perenne polémica, al mismo tiempo que plantea serias interrogantes morales acerca de su uso.

Su carácter irrevocable la afirma como el más severo de los castigos empleados por los sistemas penales de algunas naciones, ya que tiene como intención poner fin a la vida de aquellos individuos a quienes se les impone, en lugar de confinarlos a permanecer en prisión por largo tiempo o el resto de sus vidas.

Aunque la intención de este castigo no es infringir dolor físico, la ejecución es el único castigo corporal que aún se aplica a adultos sentenciados en este país. Sin un examen serio y completo acerca de todos los aspectos referentes a la complejidad de la pena de muerte, los razonamientos acerca de este castigo máximo carecen no solo de objetividad, sino que también soslayan el propósito de considerar qué tipo de servicio presta la pena máxima a la búsqueda de la justicia.

Por tanto, solamente se intenta analizar uno de los diferentes argumentos a favor y en contra de la pena capital: la distribución de este castigo. Entre otros argumentos se encuentran los equívocos en la administración de la justicia, su posible efecto preventivo y asuntos incidentales como el costo económico de las ejecuciones, el sufrimiento de los condenados a muerte y la supuesta brutalidad, exceso y degradación de esta sentencia.

El uso de la pena de muerte se ha centrado repetidamente en la manera en que se distribuye. En referencia a la intención justiciera, la moralidad o la utilidad de la pena de muerte, quienes se oponen a esta afirman que esta sentencia se distribuye de forma caprichosa y discriminatoria entre los individuos sentenciados a este castigo.

Sin embargo, para que este argumento sea válido, primero se tiene que establecer si la pena de muerte es en sí misma un acto inmoral, pues incluso la distribución más justa de esta carecería de mérito. Análogamente, una distribución de premios resultaría inútil en sí misma si se aplicara de forma caprichosa o discriminatoria.

Es decir, si la distribución de otras sentencias, como la cadena perpetua, se administra por capricho o discriminación, entonces cabe preguntarse si por esa razón deberían ser abolidas, de la misma manera que se pide que sea derogada la pena de muerte.

Una mala distribución, entre los culpables o inocentes de un crimen es, por definición, injusta. Pero la injusticia en este caso no se debe a la naturaleza del castigo, sino a la manera en que se aplica. Debido a la finalidad de la pena de muerte, la mal distribución más lamentable ocurre cuando se impone caprichosamente sobre una persona inocente.

Sea como sea, las frecuentes acusaciones de discriminación y capricho se refieren a la mala distribución entre aquellos que han sido encontrados culpables, y no a los que son inocentes.

La mala distribución de cualquier castigo entre aquellos que lo merecen es irrelevante para su propósito moral y de justicia. Incluso si personas de minorías étnicas o de bajos ingresos que han sido halladas culpables de ofensas capitales sufren la pena capital, y otros convictos igualmente culpables de los mismos crímenes no, una distribución más igualitaria (lo cual es deseable) sería meramente eso, más igualitaria, pero no necesariamente más justa para quienes han sido sentenciados a la pena de muerte.

Bibliografía – Satris, Stephen. Taking Sides, Clashing Views on Controversial Moral Issues. Fifth Edition. 1996 – Siegel, Larry J. Criminology, 1983.

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