Decenas de miles marchan en Phoenix, Arizona a favor de una reforma migratoria

El movimiento por una legalización de indocumentados atrajo a una gran multitud que participó en la más grande marcha registrada en la ciudad de Phoenix en busca de una reforma migratoria. Familias enteras salieron a marchar llevando cientos de banderas de Estados Unidos. Foto por Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2006
El movimiento por una legalización de indocumentados atrajo a una gran multitud que participó en la más grande marcha registrada en la ciudad de Phoenix en busca de una reforma migratoria. Familias enteras salieron a marchar llevando cientos de banderas de Estados Unidos. Foto por Eduardo Barraza | Barriozona Magazine © 2006

(Phoenix, Arizona) — El segmento de la Avenida Grand que se alarga desde la Avenida 7 hasta la 19 no es tan ocupado o transitado comparado con muchas avenidas principales en Phoenix. Un gran número de edificios dilapidados y abandonados, un motel quemado, y lotes baldíos hacen de esta sección de la Grand más bien un área desolada donde indigentes, “taloneras,” y gente en bicicleta es a veces lo único que trae algo de acción a esta ancha, poca atractiva, y oscura sección de lo que es en realidad parte de la carretera US 60.

A lo largo de esta milla, galerías de arte emergentes como “The Trunk Space” se levantan cerca de “The Henry Company Liquor and Grocery,” una vieja tienda de la esquina frecuentada más por personas buscando comprar no comestibles sino cerveza. Por lo menos una media docena de iglesias como “Phoenix Inner City Church” y “Roca de Salvación” prosperan cerca de “Smoke Shop” y “Bikini Cocktails”; todos en busca de almas tratando de apagar diferentes tipos de sed. Las fachadas pintadas con colores vibrantes de las llanteras y las concesionarias de autos usados que compiten por atención en una zona difícil para los negocios, son quizás los únicos colores que sobresalen en medio de este desgastado vecindario.


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Un “negocio” mucho, mucho más pequeño toma lugar en medio de un lote baldío justo detrás de “Llantera del Norte”: un hombre indigente que ha apilado una montaña de cosas en un carrito de comestibles, incluyendo productos tradicionales, tales como bolsas llenas de latas de aluminio, y algunos novedosos, como llantas y cámaras de bicicletas. Caminando a través del lote, el hombre se dirige a un lugar de reciclaje cercano. Los pocos motoristas que manejan atravesando esta milla no le ponen atención, apresurándose a llegar a la 7ª o la 19ª, pero rara vez parando a lo largo de este segmento que se hace más desolado en el área directamente debajo de la autopista Interestatal 10.

Nadie se imaginó una marcha con miles de participantes

Esta milla de calma aparente se convirtió paradójicamente en el escenario de la histórica y multitudinaria marcha del 10 de abril del 2006. El tedio usual de esta área, alterado solamente por el sonido del silbato lejano del tren cruzando el Camino McDowell, fue sacudido por el imponente paso y el bullicio de miles y miles de seres humanos marchando rumbo al Capitolio en busca de una reforma migratoria. Nada ni nadie pudo haber predicho, ni siquiera hace unos meses atrás, que una de las más solitarias áreas de Phoenix llegaría a ser la ruta de lo que se estima fueron 150 a 200 mil personas. Nunca antes, y tal vez nunca después, iba tal punto tan desatendido en Phoenix a llegar a ser el escenario de lo que se convirtió en la más grande y pacífica manifestación en Arizona.

Una dimensión más profunda de asombro se abre cuando se piensa que sólo hace un año atrás, una concentración de personas de esta magnitud era literalmente imposible de llevarse a cabo. ¿Cómo se logró reunir a esta enorme cantidad de gente en un sólo evento? Para entender esto, necesitamos pensar dentro de un nuevo contexto de relevancia histórica. Pensar en una marcha de estas proporciones en Phoenix con una mentalidad de los años 80 o los 90 no es posible. Necesitamos ver este evento dentro de un nuevo marco histórico, y reconocer que Phoenix no es la misma, que ha cambiado, y que cambió, hasta cierto punto, inesperadamente. La resistencia en muchos para aceptar esta realidad hace evidente que el cambio demográfico los tomó por sorpresa. Para aquellos que son parte del naciente movimiento social, para los miles de manifestantes, hubo sorpresa también, pero ellos lo incubaron, tal vez sin saberlo, por años. Dar a luz a sus demandas de tan impresionante manera, fue el resultado de un proceso latente cuyo tiempo ha llegado.

Una marcha como la que tuvo lugar el 24 de marzo, y más evidentemente, la marcha del 10 de abril, se puede lograr solamente cuando el sentimiento de un pueblo marginado ha sido restringido por largo tiempo. Se desarrolla dentro, imperceptible para la corriente principal de la sociedad, pero eventualmente se derrama, incontenible. Los miles –millones a través de Estados Unidos– de hombres y mujeres que han permanecido en este estado, particularmente sin documentos legales, que han trabajado, siendo escondidamente aceptados, se han cansado de la actitud ambivalente de una comunidad que acepta su trabajo pero les niega estatus legal. Muchas de las indiscutiblemente personas buenas, muy trabajadoras y pasivas, están tan entretejidas en la fibra social de este país, que tarde o temprano se iban a dar cuenta de las dos caras de una sociedad que les acepta o les rechaza. Y de que una acción asertiva era necesaria.

Cuando el pueblo marcha, especialmente en una manera tan poderosa, espontánea y no violenta, como miles lo hicieron el lunes, las estructuras sociales injustas comienzan a temblar, y eventualmente se derrumban. El movimiento de un pueblo obliga a una sociedad a ser confrontada consigo misma, y a hacer lo que el Dr. Martin Luther King, Jr. declaró: “…que esta nación se levante y viva el verdadero significado de su credo…que todos los hombres son creados iguales.”* Pero la igualdad, después de 40 años de las palabras de King, continúa siendo un ideal difícil de vender en el 2006. De esta manera, muchos creen que los individuos indocumentados, aquellos que componen la mayoría de la muchedumbre de manifestantes, los que no entraron por la puerta de la legalidad, no tienen derecho a marchar por sus demandas. Quizás esas personas no caen en la cuenta por completo. Para quienes caen en la cuenta, eso tiene absoluto sentido, aun cuando se puedan oponer a una reforma migratoria: un manifestante que tiene un derecho no tiene necesidad de marchar.

Continúa en la Página 2

* Lee el discurso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King, Jr.

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