Benito Juárez y la superación personal

De pastor de ovejas en Oaxaca a presidente de México, Benito Juárez es un ejemplo de superación, válido aún en nuestros tiempos. Ilustración: Barriozona Magazine © 2018
De pastor de ovejas en Oaxaca a presidente de México, Benito Juárez es un ejemplo de superación, válido aún en nuestros tiempos. Ilustración: Barriozona Magazine © 2018

El hombre era tan pequeño en estatura como grande su deseo de aprender. Benito Juárez, indio zapoteca íntegro, nació y creció en una región montañosa alta, en donde las posibilidades de superación personal eran bajas.

En su empobrecida comarca, el silencioso muchacho soñaba con asistir a una escuela en un pueblito donde no las había. Anhelaba aprender a leer y escribir, pero en Guelatao, Oaxaca, su pueblo natal, no había libros ni maestros. El suyo era un entorno pastoral sin horizontes, por eso aún en este tiempo causa asombro cómo este adolescente logró visualizar un panorama de oportunidades más allá de lo que miraban sus ojos campesinos.

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A la gran ciudad, Oaxaca, emigró a los 12 años de edad. Ahí había escuelas, libros y maestros. Aprender, pensó, no sería más un obstáculo. No obstante, Juárez había llegado a una sociedad injusta y desigual, en donde a un estudiante indígena y pobre se le discriminaba. Ahí se dio cuenta también que su limitado léxico zapoteca le resultaría inútil en una ciudad en donde el español era el idioma oficial.

Juárez abandonó la escuela temporalmente, pero no la educación. Reconoció que esta se impartía de manera preferencial y racista, pero comprendió que el problema no era la educación en sí misma, sino el trato diferencial que se daba a los estudiantes.

Tampoco trató de justificarse a sí mismo argumentando la parcialidad de la educación para no asistir a la escuela. Cuando finalmente recibió la educación idónea, Juárez llegó a ser un estudiante excepcional y sobresaliente y, más tarde, abogado y presidente de México.

Benito Juárez y el idioma español

El contexto sociocultural de la Oaxaca de principios del siglo XIX proponía desafíos étnicos y lingüísticos, especialmente para un nativo zapoteca, que para superarse y destacar tenía que aprender, en su propia tierra, un idioma importado, el español.

Benito Juárez percibió la necesidad de aceptar aquella realidad lingüística y bilingüe inevitable como una condición para poder dar salida a sus inquietudes de lucha social que se forjaron en su alma nativa.

Esas piedras de tropiezo el hijo de Guelatao las convirtió en escalones para sobrepasar los factores desfavorables que se encontró en el camino, logrando elevar su estatura humana y moral. Las barreras sociales de su época fueron más bien estrado para los endurecidos pies de quien ―en la opinión de algunos― fue el precursor del México moderno.

El ejemplo de Benito Juárez no nos convoca necesariamente a ser abogados o presidentes de México, sino a superar nuestras desventajas socioculturales o lingüísticas. Aprender un idioma extranjero en una sociedad desigual como vehículo de superación no es, evidentemente, algo nuevo. Así, desde su dimensión socio–histórica, el ejemplo de Juárez refuta cualquier justificación para no superarse, desafía a hacer lo que él logró a pesar de sus limitaciones, y a hacerlo sin excusas ni pretextos.

Benito Pablo Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en Guelatao, Oaxaca. Fue un abogado mexicano y político liberal de origen zapoteco. Ocupó el poder durante la década tumultuosa de la Reforma liberal y la invasión francesa. En 1858, como jefe de la Corte Suprema, se convirtió en presidente de México por la sucesión ordenada por la Constitución de 1857, cuando el moderado presidente liberal Ignacio Comonfort fue obligado a renunciar por los conservadores mexicanos. Juárez permaneció en la silla presidencial hasta su muerte por causas naturales ocurrida el 18 de julio de 1872.

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