En esta tercera parte, el autor destaca a tres icónicos acordeonistas Tex-Mex de la vieja guardia, cuyas contribuciones clave a la música fronteriza y su evolución en Estados Unidos fueron omitidas en la lista de Los 600 discos de Latinoamérica, reivindicando su legado como pilar del mestizaje sonoro entre ambas culturas.
(Phoenix, Arizona) — Hoy, que muchos cargan dos pasaportes —el de México y el de Estados Unidos—, resulta difícil, cuando no imposible, catalogar a un músico o a una cantante como mexicano(a) o chicano(a)[1]. Por tanto, en esta tercera entrega me limito solo a aquellos que aparecen en la fabulosa lista de Los 600 discos de Latinoamérica que hemos venido tratando, escuchando y disfrutando.
Recordemos que la lista de los 600 discos incluye voces e instrumentistas chicanos y chicanas: Selena (posición 18), Santana (52), Malo (293), Los Lobos (366), Richie Valens (426), Intocable (420), Lydia Mendoza (506) y Cypress Hill (598), así como dos discos de los Tigres del Norte (56 y 234). Nueve artistas en total, diez discos. ¡Bravo, muchachos creadores de la lista de Los 600 discos! Los felicito por incluirlos.
Artículos relacionados →
Un viaje sonoro por Latinoamérica en 600 discos
Los 600 discos de Latinoamérica: siete discos imperdibles de México que quedaron fuera
Discos de artistas chicanos y chicanas incluidos en la lista
De Selena no hay duda: nació en Corpus Christi, Texas, pero cantaba en español. Nada nuevo; ya lo habían hecho varias artistas nacidas de Este Lado, en Estados Unidos, que hicieron carrera en México: Maricela (nacida en Los Ángeles), Chelo Silva (Brownsville, Texas), la vedette Emily Kranz (Tucson, Arizona) y, aún antes, Eva Garza (San Antonio, Texas).
Las michoacanas Hermanas Padilla hicieron carrera en Los Ángeles, mientras que Los Bravos del Norte (Cornelio Reyna y Ramón Ayala) grabaron su primer disco, Ya no llores, en 1964, para la casa Bego, en McAllen, Texas. Por su parte, Rigo Tovar (hijo de padre mexicano y madre estadounidense) y su grupo Costa Azul grabaron la cumbia Mi Matamoros querido en 1972, en Houston, Texas, para Discos Nova Vox. Hoy, desde luego, esto de grabar en otros países donde no reside ni nació un cantante o un grupo es cosa común.
No soy fan de Intocable; mejor guardo silencio. En cuanto a Los Tigres del Norte, aunque no los considero buenos músicos, reconozco que tienen conciencia social y tratan con pinzas los narcocorridos.
De Santana, que pisó fuerte en los setenta, hay poco que agregar; lo mismo ocurre con Los Lobos, Malo y Cypress Hill, todos muy populares.
Lydia Mendoza, con sus faldas ampulosas y su guitarra sonora, subió al escenario durante setenta años. Allá por los ochenta, me tocó disfrutarla una noche encantada en Santa Mónica, California. En esa misma velada también volé con un sublime acordeonista tejano que lamento no se haya incluido en la lista de Los 600 discos de Latinoamérica: Flaco Jiménez.
Entre otros que no alcanzaron a entrar se encuentran Lalo Guerrero, El Chicano, Tierra, El Chango (Ozomatli) y el acordeón del Flaco Jiménez. Y ya que hablo de este instrumento alegroso, en esta corrida destaco a tres acordeonistas Tex-Mex de los míos[2].
Acordeonistas Tex-Mex excluidos de la lista de los 600 discos de Latinoamérica
1. Father of the Mexican-Texas Conjunto (selecciones grabadas entre 1946 y 1961) – Narciso Martínez
Narciso Martínez, conocido como El Huracán del Valle, nació en Reynosa, Tamaulipas, pero desde muy pequeño se trasladó a Texas. En los años veinte se inició tocando un acordeón de una hilera de botones, que solía describir como “una mugrita”. En 1935 se armó de un acordeón diatónico (de botones) de dos hileras, con el que grabó La Chicharronera (1936), ), una polca[3] de su propia creación, acompañado por el bajo sexto (guitarra de doce cuerdas) de Santiago Almeida.
En los cincuenta, como otros colegas de la época, finalmente adquirió un instrumento de tres hileras y popularizó un estilo de interpretación que enfatizaba el uso de la mano derecha, en contraste con el estilo alemán, que favorecía la izquierda. Este estilo es hoy fundamental en la música de los conjuntos texanos (acordeón, bajo sexto y tololoche). Algunos prefieren llamarlo Tex-Mex; yo opto por Mex-Tex.
Entre sus polcas más destacadas, todas atribuidas a Martínez, se encuentran Muchachos alegres (1946), Del Valle a San Antonio (1948), Petrita (1951) y Florecita (1956).
Ya en los cincuenta, los músicos enfrentaban dificultades para vivir de su arte, lo que llevó a Almeida a trabajar en el campo y a Martínez a emplearse como troquero y cuidador de un zoológico. Fue hasta 1983 que ambos recibieron reconocimiento a nivel nacional como músicos que contribuyeron al patrimonio musical del país.
2. The Many Sounds of Esteban (1990) – “Steve Jordan”
De niño, Esteban Jordán, apodado El Parche, quedó ciego de un ojo y con el otro atrofiado. Como no podía acompañar a su familia en las labores del campo, se dedicó a la música.
La traicionera, grabada en 1963, la cantó a dueto con Virginia Martínez, con quien estaba casado en ese entonces. En su repertorio destaca la destreza del músico en la polca Las coronelas (1963), Llegaron las coronelas, Háganlas pasar, Que empiece el pori (party, pachanga, borlote, fiesta) y el contrafactum —técnica musical que consiste en reemplazar la letra de una canción con una nueva, manteniendo la misma melodía y armonía— de El corrido de Johnny Pachuco (inspirado en El corrido de Juan Charrasqueado), cantado en un caló chicano muy particular. Esta canción aborda el cáncer social en nuestros barrios, donde a diario se matan jóvenes, solo porque viven en distintas calles y generalmente en la pobreza.
Jordán también experimentó con otros géneros musicales: blues, rock, jazz, zydeco y country. La casa alemana Hohner fabricó, en parte según las especificaciones de el Parche, y comercializó de forma limitada un instrumento llamado Rockordeón.
3. Ay te dejo en San Antonio y Más! – Leonardo Jiménez (números grabados entre 1979 y 1985)
Leonardo Flaco Jiménez es un excelso artista. Entre los acordeonistas de la música norteña destacan: el pionero regiomontano Antonio Tanguma; el neoleonés Eugenio Abrego, de Los Alegres de Terán; el tamaulipeco Juan Villarreal, de Los Cachorros; el alacrán de Los Broncos de Reynosa, Paulino Vargas; el tejano Valerio Longoria; y el regiomontano Ramón Ayala. Sin embargo, me quedo con el Flaco.
Entre sus más destacadas canciones se encuentran Ay, te dejo en San Antonio (1985) y Las gaviotas (1985), a dúo con Toby Torres, así como el huapango El gallito (1979) y la polca El barrilito (1985).
Para quienes deseen adentrarse en el tema, se recomienda la película Chulas fronteras (1976, restaurada en 2018) de Les Blank y Chris Strachwitz, el disco Chulas fronteras (1976) y el libro en inglés The Texas-Mexican Conjunto (1985) de Manuel Peña, donde el autor se refiere a estos tres acordeonistas Tex-Mex.
[1] No es mi intención adentrarme en disputas estériles. Si el público lector se identifica como latino, hispano, dos o tres equis, o cualquier otro gentilicio, adelante.
[2] Los tres discos en cuestión fueron prensados por Arhoolie Records, propiedad del coleccionista Chris Strachwitz, quien, por cierto, donó su valiosa colección a la UCLA. También fueron reproducidos por el infinito Museo Smithsonian en su serie Folkways Recordings. Si le interesa más el tema, la página web del museo contiene datos valiosos sobre los músicos y los discos en cuestión.
[3] Palabra polaca que significa “mujer”.
© 2024, Saúl Holguín Cuevas. All rights reserved.