El régimen de Porfirio Díaz y su relación con el estallido de la Revolución mexicana ha sido abordado por un gran número de historiadores mexicanos y extranjeros.
Hoy en día, a más de un siglo del fin violento del Porfiriato y del comienzo de la lucha armada que convulsionó a México durante más de una década, el régimen de Porfirio Díaz continúa siendo objeto de estudio, así como un tema que provoca opiniones divergentes.
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Partidarios y detractores de la figura de Díaz y de su largo periodo en el poder han llevado el debate sobre los pros y contras de su dictadura de las aulas escolares hasta las redes sociales. Ambos bandos pugnan una batalla que, por un lado, exalta los beneficios del régimen de Porfirio Díaz y, por otro, censura los perjuicios causados por el gobierno del presidente, oriundo de Oaxaca, cuya permanencia en la presidencia de México duró poco más de 30 años.
Si te vienen a contar, cositas malas de mí, mándalos a fusilar para que sepan que yo no fui.
— Porfirio Díaz Mori (@DonPorfirioDiaz) November 19, 2018
El tema del régimen de Porfirio Díaz también aparece en la cultura popular e indudablemente seguirá dando de qué hablar, sin descontar más libros que se sumarán a los ya publicados, debido al gran interés no sólo sobre su gobierno sino sobre su persona.
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A continuación se citan sólo unas cuantas descripciones que algunos historiadores destacados han hecho sobre el régimen de Porfirio Díaz.
El régimen de Porfirio Díaz, “clásico ejemplo de despotismo”
En su libro The Making of Modern Mexico (La creación del México moderno), publicado en 1964, el historiador Frank R. Brandenburg se refiere así al Porfiriato:
“El régimen de Díaz provocó en última instancia la Revolución Mexicana e inculcó en la Familia Revolucionaria un disgusto permanente por el mismo Díaz y por todo lo que portara su sello… En el ámbito político, Díaz se apegó sólo en teoría a la Constitución liberal y federalista de 1857, al tiempo que construía una policía de Estado centralista y altamente autoritaria. El sufragio efectivo era una noción sin sentido de una Constitución que era ignorada… Los jueces, los legisladores, los militares y los funcionarios locales hacían exactamente lo que se les ordenaba, o perdían sus puestos. La policía rural de Díaz garantizó al gran terrateniente una provisión de mano de obra barata. El campesino tenía que aceptar el peonaje de deuda y la servidumbre forzada, porque sus alternativas eran las golpizas, el encarcelamiento o el pelotón de fusilamiento. De manera similar, la paz industrial llegó a significar la intervención del gobierno a nombre de la propiedad; las huelgas implicaban traición. La libertad de prensa, de reunión y de expresión constituían doctrinas “inadecuadas para la vida política mexicana”, al igual que el regionalismo, el localismo, el populismo y la revisión judicial. El sistema político de Díaz fue un clásico ejemplo de despotismo. Díaz prevaleció, y fue omnipotente…”*
Porfirio Díaz contra las clases productoras
En su libro México revolucionario (1987), su autor, el profesor de historia de la Universidad de Houston, Texas, John Mason Hart, explica el régimen de Díaz de la siguiente manera:
“Debido a una base política estrecha y obsoleta, el gobierno de Porfirio Díaz perdió el contacto con la creciente ola de disidencia. La base política del régimen estaba enraizada en las alianzas hechas durante la década de 1870. El sistema no había logrado incorporar a los nuevos grupos que surgieron debido al crecimiento económico que tuvo lugar entre 1876 y 1907, ni abordado sus necesidades y aspiraciones. Después de desarrollar una estructura de seguridad complicada y experimentar un éxito económico y político sostenido, la economía política porfiriana entró en crisis. La reorganización de la agricultura como un sistema de producción orientado a la exportación, con colonias de inmigrantes estadounidenses en crecimiento, y el crecimiento de los ferrocarriles y las industrias extractivas controladas por extranjeros, fueron los características desestabilizadoras del capitalismo mexicano a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Para lograr esos fines, el régimen de Díaz aplicó la fuerza a las clases productoras mexicanas, eliminó la sindicalización de los trabajadores industriales y reprimió la autonomía de las zonas rurales… Los inversionistas extranjeros y las élites nacionales se beneficiaron de la mano de obra barata en las minas y la industria que dominaban. La resistencia de la clase trabajadora rural e industrial creó la necesidad de que el estado alcanzara nuevos niveles de fuerza… La estructura política impidió la participación de aspirantes de grupos socioeconómicos importantes recientes”.*
El régimen de Porfirio Díaz, tejido de individuos e intereses
José C. Valadés describe al régimen porfirista en el libro La Revolución Mexicana y sus antecedentes (1978) en estos términos:
“El centro de la república [mexicana], y especialmente el Distrito Federal [actual Ciudad de México], siguió entregado al culto de don Porfirio. Este, para quienes formaban en su cauda, dejó de ser el caudillo, para convertirse en santón. El porfirismo construyó un atrincheramiento de tanta magnitud, que todavía en 1908, daba la idea de ser invencible… El régimen porfirista seguía inconmovible, no obstante los sacudimientos, de orden social, que se registraban en el país, comenzando por los sucesos en la región del Yaqui… Al régimen porfirista lo constituía un extraordinario tejido de individuos e intereses, dentro del cual, las hebras eran enteras; los nudos macizos… Muy lejos vivió don Porfirio de la renovación de las cosas; es que detestó las ideas. No creyó en lo novedoso ni en lo mutable. Tampoco creyó, de noviembre de 1910 a abril de 1911, en el posible triunfo de los revolucionarios… Don Porfirio dejó una herencia política a la nación mexicana… Los principales sistemas políticos de Díaz adquirieron los caracteres de la perdurabilidad en el régimen presidencial que sustituyó al régimen porfirista”.
El régimen de Porfirio Díaz “careció de un cerebro político”
En su libro La Revolución Mexicana, Del Porfiriato al nuevo régimen constitucional (Volumen 1, Porfiristas, liberales y campesinos) publicado en 1996, su autor, el historiador británico Alan Knight, analiza el régimen de Díaz con estas palabras:
“El régimen porfirista dio a México una generación de paz y estabilidad sin precedentes. La Pax Porfiriana fue, por supuesto, una paz imperfecta que se basaba en la represión recurrente como en el consenso popular; de cualquier modo, la continuidad del gobierno local y nacional y la ausencia de una guerra civil de importancia, contrastaron con los cincuenta años posteriores a la Independencia… Liberal por filiación, Díaz mostró mayor apetito por el poder que adherencia a los principios y, una vez hecho presidente, decidió poner freno a las facciones, borrar los frentes de batalla entre liberales y conservadores, y crear un régimen fuerte y centralizado en torno a su propia persona. El lema del Porfiriato lo resumía todo: ‘mucha administración y poca política’… El régimen gozaba de otras bases institucionales ― civiles, caciquistas ― y el ejército, bajo ningún concepto, era un actor político autónomo; recibía las órdenes de Díaz y las cumplía con lealtad… bajo sus órdenes, el ejército era un brazo leal de la dictadura… El México de Díaz era un miembro prominente de la gran tribu de “democracias artificiales”… la política mexicana estaba llena de fraudes, malversación de fondos y nepotismo… El poder político durante el porfiriato estaba concentrado en una pequeña camarilla en torno al dictador… La lealtad a Díaz, más que la responsabilidad, fue la marca distintiva del sistema… El régimen porfirista se negó a darle cabida a los grupos en ascenso y articulados… el régimen careció de un cerebro político a la medida de su extendido músculo económico; por esta razón sobrevino su extinción”.
*Textos del inglés traducidos por el autor de este artículo.
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