Comentario y crítica sobre la novela Los bandidos de Río Frío.
(Phoenix, Arizona) — En medio de la maldemia covidosa¹, surgió en mí un deseo de explorar las novelas de largo vuelo del siglo XIX. Un día, mientras combatía el tedio, me encontré reevaluando una película que no me había impresionado en mi primer encuentro con ella: Barry Lyndon (Kubrick; 1975). Decidí darle otra oportunidad, y me encontré atrapado en su mundo.
Mi viaje literario comenzó leyendo la novela, escrita por William Makepeace Thackeray (1844), luego me aventuré en Ivanhoe (1819) de Walter Scott, seguido por Los desposados, (1ª edición 1827; definitiva 1842) de Alessandro Manzoni. Salté a Vanity Fair (La feria de las vanidades; folletín 1847–1848; novela 1848), también de Thackeray, y finalmente me detuve en Tess, la de los D’Urberville (1891) de Thomas Hardy. También exploré Rojo y negro (1830) de Stendhal (Marie-Henri Beyle) y Madame Bovary (1857) de Gustave Flaubert. En mis años más fogosos, también devoré algunas obras de Leo Tolstoi, Fyodor Dostoievski, Víctor Hugo, Honoré de Balzac y Benito Pérez Galdós. En mi entrega anterior, mencioné que en mi juventud me dediqué a la lectura de novelas extranjeras, relegando las obras mexicanas.
Un día, mientras leía un cuento de mi amigo Jonti, me topé con la palabra fistol. La curiosidad me llevó a la novela (y a la telenovela) El fistol del Diablo. A partir de ahí, me sumergí en el mundo de las novelas mexicanas del siglo XIX, buscando entender la vida de los tiempos de mis bisabuelos, esa época dorada del siglo antepasado, cuando se esculpió el México moderno.
Así llegué a Los bandidos de Río Frío, dos ediciones catalanas, la primera de 1888 prensada con el seudónimo de Un ingenio en la Corte; la segunda recupera el nombre del autor, es de 1892, con el título Los bandidos de Río Frío: novela de costumbres mexicanas). Me entregué a la lectura, en formato electrónico, de PruebaT² y de la Biblioteca Nacional de España.
Los bandidos de Río Frío, compendio de sabiduría popular
Los bandidos de Río Frío es una novela de largo alcance, comparable³ con Los miserables, Las ilusiones perdidas y Oliver Twist. Es una obra renacentista folletinesca, costumbrista (del idioma), realista, histórica, satírica y con su dosis de humor, así como kilométrica; supera las mil páginas
Es un desfile de palabras, situaciones, enredos. Desfilan unos doscientos personajes, algunos odiosos, otros crueles, otros cobardes, pocos cabales. Captura 252 refranes y/o modismos. Abundan voces mexicanas, la mayoría adaptaciones del náhuatl, costumbres y rasgos culturales en un intento por superar tres siglos de esclavitud y forjar una imagen mexicana, todo en un ambiente violento como el que hoy padece México, aparte de rebeliones militares, levantamientos indígenas, deuda externa, bandidaje, miseria y abusos de poderosos.
La miseria se muestra en la descripción de don Espiridión caminando al corral: “Cuatro vacas de grande e irregular ornamenta, seguidas de sus crías que, a pesar del bozal, trataban de chupar algo de las colgantes tetas de sus pacientes madres, muy barrigonas de tanto comer rastrojo y tierra; pero con los cuadriles salidos y el lomo como una espada”.
Un ejemplo de su humor se encuentra en este pasaje: “Una noche unos pillos se introducen a asaltar una recámara, D.ª Dominga se puso de pie, pisó su camisa de dormir y la ropa cayó al suelo dejando a la virtuosa señora en el traje primitivo de nuestra madre Eva, menos las hojas de higuera. –Para lo vieja que es, –dijo el tuerto Cirilo, –no parece tan de lo peor”.
Revivir las páginas de Los bandidos de Río Frío y otras obras del siglo XIX
Hoy, las grandes novelas del siglo XIX nos parecen excesivas, cursis y, sobre todo, kilométricas. Por la escasez de tiempo en la vida supersónica de hoy, nos alejamos de la lectura, incluso de las joyas de los grandes como Víctor Hugo o Leo Tolstoi.
Las novelas mexicanas de entonces están en el olvido; hay que rescatarlas. Es crucial apartarse de la tele y el móvil y hacer espacio para leerlas y contagiarse de ese arrebatado entusiasmo de entonces por crear una expresión mexicana, cierto, inspirada por moldes franceses pero, bien mexicana con abundantes salsas molcajeteadas y vasos de pulque. No faltan la champaña y el vino pero, reina el pulque en todas las clases sociales; esto es motivo de orgullo y de culto.
Hay que atesorar este valioso legado, hacerle un hueco en nuestras lecturas y en nuestras bibliotecas y, lo más importante, compartirlo.
Manuel Payno, narrador de su era
Manuel Payno es un cronista de su tiempo. Su pluma nos pasea y nos brinda un retrato de toda una sociedad, desde el palacio federal hasta una pulquería, donde los lunes no solo corre la “sangre de conejo” —un potente pulque rojizo—; también fluye la misma sangre de los clientes que se liquidan a puñaladas. La lectura de esta aberración duele.
Consciente de su destreza narrativa, Payno, enfrenta el sostenido sacrificio que requiere una novela de alto vuelo, “No escribo novelas comparables en interés y mérito de otras francesas, inglesas o españolas… escribo escenas de la vida real y positiva de mi país, cuadros de costumbres que van desapareciendo, retratos de personas que ya murieron, de edificios que han sido derrumbados”, escribió.
Sugerencias para su lectura
Para quienes quieran leer la novela, recomiendo la edición de Manuel Sol, publicada por CONACULTA (2002), así como una versión gráfica de Editorial Resistencia (2013). Otra lectura suplementaria incluye Los refranes, alocuciones y mexicanismos en Los bandidos de Río Frío (2021), de Nubia Amparo Ortiz Guerrero.
En cuanto a películas, hay dos cintas y una telenovela (para el olvido). Desconozco tanto la obra de teatro, así como la serie radiofónica.
En cuanto a la música, Payno hace referencia a ella en una escena que sucede en el ambiente de la Feria de San Juan de los Lagos: “A las once de la noche, el ligero e improvisado mostrador se arrimaba a un lado, se sacaban mesas y sillas a la calle, se despejaba el salón, comenzaba el baile, a peso la entrada, y toda la noche se sucedían el aforrado, el jarabe, el canelo y el tapatío, y con la orquesta de jaranitas y guitarras se cantaban coplas verdes, coloradas y de todos colores, y las tres tapatías se daban gusto y lucían la persona bailando, y competían en el canto con las muchachas de todas partes del país que venían a pasar el rato en el famoso Otel de los Tapatíos”.
¹ Giro lingüístico del autor; se refiere a la pandemia del COVID-19.
² La versión de la BNdeE se recomienda sobre la de pruebaT. Incluye 104 notas de pie que ayudan a una mejor comprensión de la lectura. Además, ambas ediciones incluyen explicaciones, en paréntesis, de algunas voces: piltonte (muchachito), tlilxochitl (flor negra). Aquí había que agregar que se trata de la vainilla y que era considerada como flor medicinal. Para más datos, consultar Cuatro libros de la naturaleza de Francisco Hernández, misma que fue traducida del latín al romance (español) por el padre Ximénez (1615); posible consultarla de forma electrónica.
³ La profesora y literata mexicana Blanca Estela Treviño (1950-2021) hace esta comparación.
N del E: Manuel Payno Cruzado (1810-1894), figura multifacética de la historia mexicana. Enfrentó a las fuerzas estadounidenses en 1847 y sufrió la persecución de los franceses durante la intervención en su país. Además de su incursión en la escritura, dejó su huella como educador en la Escuela Nacional Preparatoria y como legislador, desempeñándose como diputado, senador y cónsul. Su obra cumbre, Los bandidos de Río Frío, resalta su talento literario y su compromiso con la narrativa de su época.
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