Este artículo sobre el monolito Tlaltecuhtli se actualizó el 2 de octubre de 2023.
La arqueología mexicana está celebrando 17 años desde el descubrimiento de un impresionante monolito hallado en el corazón de la Ciudad de México: la piedra de Tlaltecuhtli.
Barriozona Magazine reportó este hallazgo en octubre de 2006, en un artículo titulado Surge una maravilla arqueológica en el área del Templo Mayor.
Este sensacional descubrimiento se comparó con el hallazgo de la piedra Coyolxauhqui en 1978, que desveló el misterio que cubría el subsuelo de las calles de la antigua Ciudad de México, finalmente revelando las ruinas del Templo Mayor de la cultura mexica.
El sorprendente hallazgo de esta joya de la arqueología mexicana se convirtió en un acontecimiento de gran magnitud debido a sus dimensiones. Sin embargo, no fue sino hasta algún tiempo después que los arqueólogos mexicanos lograron determinar la identidad del monolito.
La pieza resultó ser una representación en piedra de la diosa Tlaltecuhtli, la cual es descrita por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como “una deidad que ‘a todo color’ y en su iconografía, hace referencia al ciclo vida-muerte, a la tierra como devoradora de cadáveres”.
Esta pieza había permanecido enterrada durante más de cinco siglos hasta que un grupo de expertos del Programa de Arqueología Urbana del INAH la sacó a la luz el 2 de octubre de 2006.
La escultura mexica, de colosales dimensiones (94.17 x 3.62 metros, aproximadamente 40 centímetros de espesor y cerca de 12 toneladas de peso), emergió de entre las ruinas del Centro Histórico de la Ciudad de México, justo enfrente de los vestigios del Templo Mayor.
Tras el hallazgo de esta deidad tenochca, se descubrieron también 45 ofrendas que incluían 70 mil artefactos, en su mayoría conchas y caracoles marinos, así como restos de animales como lobos, pumas y linces.
El mito detrás de Tlaltecuhtli
La siguiente información, preparada por el INAH, arroja luz sobre el mito que rodea a esta enigmática piedra, que se ha integrado desde hace una década al vasto tesoro arqueológico de lo que fue la civilización mexica en la gran Tenochtitlan, antes de la llegada de los españoles:
“Tlaltecuhtli era un monstruo con articulaciones llenas de ojos y bocas con las cuales mordía como una bestia salvaje. Para aplacarla y crear la vida, dos de los hijos de la pareja creadora, los dioses Quetzalcóatl (Serpiente emplumada) y Tezcatlipoca (Espejo humeante), se transformaron a sí mismos en dos grandes serpientes”, explica la doctora Diana Magaloni Kerpel, ex directora del Museo Nacional de Antropología del INAH.
En su ensayo “El origen mítico de las ciudades: la iconografía de la creación”, Magaloni narra que ambos dioses desgarraron al gran lagarto Tlaltecuhtli por la mitad. “Una parte sirvió para formar el firmamento, la otra para hacer la tierra. Posteriormente, los dioses hicieron con las partes de su cuerpo todas las cosas de la vida: su pelo se convirtió en árboles, flores y hierbas; su piel, en los prados; sus incontables ojos, en pozos de agua; sus bocas, en grandes ríos y profundas cuevas; y sus narices, en montañas”.
“El mito —continúa la historiadora de arte— describe que a la diosa de la tierra se le oía llorar en las noches porque sufría enormemente, rogando ser alimentada con corazones y sangre humanos, la única medicina que aliviaba su dolor”. Fue así como el desmembramiento de Tlaltecuhtli produjo “no solo un orden en el universo, separando la tierra del cielo, sino que el precio de tal ruptura fue que Tlaltecuhtli, como la primera víctima de la creación, exigió que otras víctimas la alimentaran”.
“Tlaltecuhtli, a través de su muerte y resurrección, se convierte así en el símbolo de la renovación constante mediante el sacrificio”. Es por ello que este mito enarbola varios conceptos fundamentales de las ciudades mesoamericanas, refiere en su texto, de manera que “la diosa de la tierra que sostiene la creación a través de su propio sacrificio, explica el devenir del cosmos y del tiempo, ya que es el principio que promueve las múltiples creaciones del mundo”.
[Fecha original de publicación: 20 de octubre de 2016].
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